¿Por qué la aguja en el pajar? ¿Qué tiene que ver con una peluquería? ¿Y qué pasa que ahora hablamos de peluquerías acá? A muchas preguntas, la respuesta es simple. Cuando alguien dice “obra de arte”, tiende a asociarlo con una pintura, una escultura o cualquier otra obra de las artes plásticas. Algunos pensarán en una canción, que son los menos, y a algún otro se le ocurrirá a lo sumo una película o una fotografía. Pero ¿Qué pasa cuando el arte traspasa las barreras de lo tradicional y se mete en lo cotidiano? Fácil, lo ignoramos descaradamente.
El Arte (con mayúscula) está en todas partes y en todo momento. Un artista reconocido como tal sabe esto, pero el resto de la gente no, y menos que menos sabe que ellos mismos, comunes como se ven, son capaces de crear las más bellas obras de arte. Es casual escuchar “es un artista” como si en verdad se refirieran a personas espiritualmente más elevadas, pero así como las agujas en los pajares, los artistas y sus obras no son tan difíciles de encontrar.
La peluquería tiene mala fama: es la viva imagen de la frivolidad, donde el culto a la apariencia y al chismerío conviven bajo un solo techo. Pero por mucho que se la critique, es un lugar común, hasta el más intelectual o el más metafísico tiene que pasar por ahí algunas veces por año.
Se crea o no, la peluquería es una de esas agujas perdidas, además de ser un lugar de paso obligado para todos. Entonces ¿Por qué no tener una mejor concepción de ella? Bueno, esta tarea es fácil, se encariña uno un poco más con el edificio y las personas que trabajan ahí, va más seguido, charla un rato y listo, pero ¿Se podrá reconocer como un arte?
El corte, teñido y peinado del pelo se considera un servicio por el que se paga una tarifa, pero va mucho más allá de la realización de un trabajo. Hablando con una peluquera pude esclarecer mi duda de si la peluquería es un arte o no. “Un peinado tiene colores y formas (me dijo una de las chicas que trabaja en la peluquería que visito a veces), es tridimensional como una escultura. Para hacerlo hay que aprender mucho, en la teoría y en la práctica, y sobre todo hay que saber leer la cara de la clienta. Una se comunica con ella por el espejo. Así se sabe si está quedando satisfecha, si tiene miedo o desconfianza, si le duele. Muchas son muy tímidas, no hablan y después se van desconcertadas. Nuestro trabajo es crear cosas que agraden, que hagan sentir bien. Para eso hay que cuidar hasta el último detalle, si tiene un evento, si vino de rutina o si está deprimida y quiere verse bien. Trabajamos muy exigidos, una sola vez una se casa o cumple quince años, por lo que todo tiene que estar perfecto. A demás, no sólo sobre el pelo se trabaja, hay que cuidar lo que está adentro y afuera de la cabeza. Muchas mujeres vienen deprimidas y lo primero que quieren es verse bien para sentirse bien, nosotras las ayudamos con esto”. Una señora a la que le estaban lavando la cabeza contó que cuando su marido murió, ella dejó de ir a la peluquería (iba semanalmente), pero un día se preguntó “¿Por qué no voy a ir?”. Fue, salió después de mucho tiempo de estar en su casa, y se sintió mejor, contenta y sobre todo bien consigo misma. Las puntas no se florecen solo en el pelo, también hay que cortar las puntas florecidas del alma.
Si Eric Fromm dijo que amar es un arte, salvando las distancias, ¿Por qué no lo va a ser ayudar a las personas a sentirse bien? En Trelew es así, la peluquería es un lugar de contención. La chica con la que hablé viene de Buenos Aires, y dice que allá nadie se interesaba por lo que le pasaba a las clientas. Acá es diferente, no sólo uno se ocupa de ellas sino que ellas también se ocupan de uno, te preguntan cosas, te ayudan. Entre peluqueros las relaciones son profesionales, pero con las clientas, la relación excede los límites del servicio, se crean lazos muy fuertes.
El arte y la cultura (usando mal la palabra) no son sólo para los entendidos. Usemos los términos en su justa acepción, sobre todo para cultura cuya definición fácil es todo lo que el hombre hace en sociedad. Cortar y que te corten el pelo ¿No es algo que el hombre hace en sociedad?
Si bien Einstein no se peinaba jamás, Victoria Ocampo podía pasar mucho tiempo frente al espejo. Para algunos, la peluquería puede parecer una frivolidad pero ¿No será un prejuicio un poco carente de fundamentos?
Puede que la peluquería no esté dentro de “lo que vendrá” en el arte, pero no por eso hay que desvalorizarla. Para algunos, el pelo es lo mismo que un lienzo, y no creo que haga mal de vez en cuando mimarse artísticamente y unirse al celebrado “¡muevan las cabezas!” de don Roberto Giordano.
Publicado en el suplemento ocio creativo, 2006
Mostrando entradas con la etiqueta mudanza. Mostrar todas las entradas
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miércoles, 13 de febrero de 2008
¿qué comemos hoy?
La pregunta del millón. En todas las casas, al ver que se aproxima la hora de la comida, nunca falta alguien que lo pregunte. Sobre todo en los hogares en los que viven chicos, las horas del almuerzo y la cena constituyen horas críticas para todos los cocineros. Quién no habrá pensado alguna vez “si fuera por mi no comería nada, pero los chicos…” y termina pidiendo algo a domicilio. Pero no se puede vivir de lo que cocinan otros, o por lo menos o se puede si se quiere mantener una economía modesta y una figura de verano. Tarde o temprano, todos tienen que pararse frente a las hornallas, el horno o el microondas.
Cuando se piensa en quien cocina, lo primero que viene a la mente es una mujer con un delantal amasando algo. ¡Qué machista! Cuantas veces habremos escuchado la frase “andate a lavar los platos” u otras relacionadas con las tareas hogareñas, sobre todo de los hombres que manejan, mal o bien, en especial de los que manejan mal.
Hoy en día, estas frases ya no tienen vigencia, aunque se siguen escuchando. Ya no es la mujer la que se queda en casa a cocinar, limpiar y cuidar a los hijos. La idea es otra, si a todos nos gusta comer, entonces todos tenemos que cocinar.
Créanlo o no, hay personas (y muchos son hombres) que disfrutan cocinar tanto como comer, o aun más. Centrémonos por un momento es estas personas excepcionales, chef, cocineros por hobbie, salvadores de la cena del domingo, expertos en postres, preparadores de leche chocolatada, tostadas con manteca, asado y demás, pero sobre todos, en los chef profesionales.
Charlando con un chef, me explicó que la cocina profesional empieza cuando se decide investigar el porque de las cosas en la cocina. Los cocineros de antes tenían los cómo, pero no los por qué, que son mayormente físicos y químicos.
Hablando un poco más, llegamos al tema de la creatividad en la cocina. A muchos les gustará saber cuánto de receta y cuánto de creatividad hay puertas adentro de una cocina. Los colores son muy importantes en la gastronomía, tanto para el chef como para el comensal. Negro significa glamour, rojo está relacionado con la sexualidad, verde elegancia, entre varios. Las combinaciones de colores entran mucho en la cocina afrodisíaca, que no lo es por los ingredientes sino en realidad, por las texturas y los colores del plato. Sugestión pura. Sino, pregúntenle a Isabel Allende, o a Laura Esquivel.
Dentro de los colores también hay pautas clásicas, pero eso no significa que no puedan traspasarse. En gastronomía, las reglas están hechas para romperse y así es como surgen los mejores platos. Es sólo cuestión de animarse.
Los aprendices de cocinero pasan por una fase, una materia llamada “cocina de autor”. En ella se pone a prueba la creatividad y la capacidad del alumno de salirse de los límites. No es fácil animarse a romper las estructuras, no todos lo logran en el primer intento, pero no por eso se fracasa. En el ámbito culinario siempre hay lugar para una segunda, tercera, cuarta, infinidad de oportunidades.
El aprendiz que no sea creativo no necesariamente se quedará sin trabajo, porque para que le pidan crear un plato propio en el restaurant en el que trabaja debe haber trabajado allí un buen tiempo, además, el jefe de cocina tiene que ser alguien abierto a las nuevas posibilidades, que vea a sus compañeros como iguales, no como inferiores. En nuestra ciudad esto es algo muy común. Los cocineros se ven como iguales y suele dárseles oportunidades a los aprendices para crear cosas propias y hasta ponerlas en el menú. Pero estos intentos no siempre salen bien, puede que el plato termine no siendo agradable al gusto o que el alumno aún no haya desarrollado la capacidad de crear algo nuevo. Si esto sucede, el alumno tiene siempre una nueva chance. El cocinero que está a cargo siempre considerará el intento y probará más tarde, dejando tiempo para que el alumno pueda madurar su capacidad creativa. En la cocina, la única forma de aprender es equivocarse.
No todo está en la combinación de colores y texturas. Los chef disfrutan por igual todos los pasos a seguir a la hora de crear un plato. Les gusta estar en la cocina, manipular ingredientes, estar bien en contacto con la profesión. Pero como todo, siempre es mejor ser el que da las órdenes. Como la creatividad, el liderazgo también se aprende y es una capacidad que tarde o temprano todos deben desarrollar.
Hay que tener en cuenta que para un cocinero, la cocina es la que trae el pan a su mesa, y como tal tiene que responder a las exigencias del cliente. Cada profesional puede crear dentro de las pautas del comensal. Pero la creatividad no está sólo en combinar los colores y las texturas en un plato, para que quede estéticamente agradable, también hay que saber hacer frente a la escasez, poder crear el plato que el cliente pide con las cosas que hay en la cocina, porque como en todos los ámbitos, no todo el material está siempre disponible. La capacidad de resolver estas cuestiones es gracias a la práctica y a la enseñanza que se tuvo, cada uno sabe que no puede ponerle azúcar a un pollo, pero es en un contexto de escasez donde a nuestro chef le salen esas cosas deliciosas que después no aparecen más.
Cocinar es un verdadero arte. Es hermoso y gratificante, lo que se llama una profesión noble, antigua y totalmente necesaria. No sólo se trata de preparar recetas que puedan gustarle al resto. Implica alto grado de creatividad, autorrealización y perseverancia. La gastronomía apunta a exaltar todos los sentidos. Un chef, como un pintor, sabe como combinar las texturas y los colores para crear algo nuevo, original, que junto con los olores y sabores conforman algo irresistible, estimulante, una verdadera obra de arte. Se me hace agua a la boca…
¿Quien diría que en una obra de arte pueden reunirse cuatro sentidos? Cinco, si agregamos el arte de la buena conversación.
Les recomiendo no abstenerse de los frutos de este arte maravilloso que tantas gratificaciones nos trae a todos, citando a Isabel Allende:
“Me arrepiento de las dietas, de los platos deliciosos rechazados por vanidad.”
¡Panza Llena, corazón contento!
Publicado en el suplemento ocio creativo del diario jornada, 2006
Cuando se piensa en quien cocina, lo primero que viene a la mente es una mujer con un delantal amasando algo. ¡Qué machista! Cuantas veces habremos escuchado la frase “andate a lavar los platos” u otras relacionadas con las tareas hogareñas, sobre todo de los hombres que manejan, mal o bien, en especial de los que manejan mal.
Hoy en día, estas frases ya no tienen vigencia, aunque se siguen escuchando. Ya no es la mujer la que se queda en casa a cocinar, limpiar y cuidar a los hijos. La idea es otra, si a todos nos gusta comer, entonces todos tenemos que cocinar.
Créanlo o no, hay personas (y muchos son hombres) que disfrutan cocinar tanto como comer, o aun más. Centrémonos por un momento es estas personas excepcionales, chef, cocineros por hobbie, salvadores de la cena del domingo, expertos en postres, preparadores de leche chocolatada, tostadas con manteca, asado y demás, pero sobre todos, en los chef profesionales.
Charlando con un chef, me explicó que la cocina profesional empieza cuando se decide investigar el porque de las cosas en la cocina. Los cocineros de antes tenían los cómo, pero no los por qué, que son mayormente físicos y químicos.
Hablando un poco más, llegamos al tema de la creatividad en la cocina. A muchos les gustará saber cuánto de receta y cuánto de creatividad hay puertas adentro de una cocina. Los colores son muy importantes en la gastronomía, tanto para el chef como para el comensal. Negro significa glamour, rojo está relacionado con la sexualidad, verde elegancia, entre varios. Las combinaciones de colores entran mucho en la cocina afrodisíaca, que no lo es por los ingredientes sino en realidad, por las texturas y los colores del plato. Sugestión pura. Sino, pregúntenle a Isabel Allende, o a Laura Esquivel.
Dentro de los colores también hay pautas clásicas, pero eso no significa que no puedan traspasarse. En gastronomía, las reglas están hechas para romperse y así es como surgen los mejores platos. Es sólo cuestión de animarse.
Los aprendices de cocinero pasan por una fase, una materia llamada “cocina de autor”. En ella se pone a prueba la creatividad y la capacidad del alumno de salirse de los límites. No es fácil animarse a romper las estructuras, no todos lo logran en el primer intento, pero no por eso se fracasa. En el ámbito culinario siempre hay lugar para una segunda, tercera, cuarta, infinidad de oportunidades.
El aprendiz que no sea creativo no necesariamente se quedará sin trabajo, porque para que le pidan crear un plato propio en el restaurant en el que trabaja debe haber trabajado allí un buen tiempo, además, el jefe de cocina tiene que ser alguien abierto a las nuevas posibilidades, que vea a sus compañeros como iguales, no como inferiores. En nuestra ciudad esto es algo muy común. Los cocineros se ven como iguales y suele dárseles oportunidades a los aprendices para crear cosas propias y hasta ponerlas en el menú. Pero estos intentos no siempre salen bien, puede que el plato termine no siendo agradable al gusto o que el alumno aún no haya desarrollado la capacidad de crear algo nuevo. Si esto sucede, el alumno tiene siempre una nueva chance. El cocinero que está a cargo siempre considerará el intento y probará más tarde, dejando tiempo para que el alumno pueda madurar su capacidad creativa. En la cocina, la única forma de aprender es equivocarse.
No todo está en la combinación de colores y texturas. Los chef disfrutan por igual todos los pasos a seguir a la hora de crear un plato. Les gusta estar en la cocina, manipular ingredientes, estar bien en contacto con la profesión. Pero como todo, siempre es mejor ser el que da las órdenes. Como la creatividad, el liderazgo también se aprende y es una capacidad que tarde o temprano todos deben desarrollar.
Hay que tener en cuenta que para un cocinero, la cocina es la que trae el pan a su mesa, y como tal tiene que responder a las exigencias del cliente. Cada profesional puede crear dentro de las pautas del comensal. Pero la creatividad no está sólo en combinar los colores y las texturas en un plato, para que quede estéticamente agradable, también hay que saber hacer frente a la escasez, poder crear el plato que el cliente pide con las cosas que hay en la cocina, porque como en todos los ámbitos, no todo el material está siempre disponible. La capacidad de resolver estas cuestiones es gracias a la práctica y a la enseñanza que se tuvo, cada uno sabe que no puede ponerle azúcar a un pollo, pero es en un contexto de escasez donde a nuestro chef le salen esas cosas deliciosas que después no aparecen más.
Cocinar es un verdadero arte. Es hermoso y gratificante, lo que se llama una profesión noble, antigua y totalmente necesaria. No sólo se trata de preparar recetas que puedan gustarle al resto. Implica alto grado de creatividad, autorrealización y perseverancia. La gastronomía apunta a exaltar todos los sentidos. Un chef, como un pintor, sabe como combinar las texturas y los colores para crear algo nuevo, original, que junto con los olores y sabores conforman algo irresistible, estimulante, una verdadera obra de arte. Se me hace agua a la boca…
¿Quien diría que en una obra de arte pueden reunirse cuatro sentidos? Cinco, si agregamos el arte de la buena conversación.
Les recomiendo no abstenerse de los frutos de este arte maravilloso que tantas gratificaciones nos trae a todos, citando a Isabel Allende:
“Me arrepiento de las dietas, de los platos deliciosos rechazados por vanidad.”
¡Panza Llena, corazón contento!
Publicado en el suplemento ocio creativo del diario jornada, 2006
Oda a la cola del banco
Hay un lugar al que todos tenemos que ir. No me refiero a ningún lugar místico que simbolize la muerte ni nada de eso, sino al banco. Quierase o no, la cola del banco es el destino inevitable de cada uno de nosotros y llena gran parte de nustras vidas.
Sartre habló de nuestra condena a la libertad pero, ¿alguien pensó alguna vez en nuestra condena a la cola del banco?. Varias mañanas al mes los más afortunados, o a la semana los menos, deben pararse frente a las puertas de algún banco, aguantar la respiración, intentar no pensar en cuánto tiempo de nuestras vidas desperdiciamos ahií y entrar para ver el cúmulo de gente que se amontona, porque no importa que tan temprano lleguemos, siempre hay demasiadas personas.
Una vez en la fila, nos dejamos llevar por el sueño, total, estoamos al final. Lo único interesante que puede pasar es que la fila avance, pero esto pasa una vez cada mil años. Mientras tanto, algunos duermen, otros hacen malabares con los cientos de papeles que llevan y que sacaron del portafolios demasiado pronto, otros observan, recelosos, los alrededores, uno que otro charla, pero todos piensan en lo molesto que es hacer eso todo el tiempo.
Ya pasado un rato uno se va mimetizando con el entorno, y es por eso que mientras más nos acerquemos a la ventanilla, más uniforme parece la fila. La excentricidad espera al final.
Cada vez que un nene chiquito entra, sin importar su edad o si está haciendo ruido o no, los miembros de la gran fila dan vuelta los ojos, ponen cara de disgusto y piensan “lo que me faltaba”. Otro efecto tiene, sin embargo, alguna señorita que si bien hace un ruido diez veces mayor al de el pobre pequeño, no recive quejas de lo más mínimo al ponerse a hablar escandalosamente. Pero claro, el tamaño de las piernas de la mujer y el niño también guardan una proporción de diez a uno.
Pero cuidado, que no es bueno meter a todas las filas en una sola bolsa. Hay diferentes bancos, y con ellos, diferentes filas. Los bancos más populares están siempre abarrotados de gente. No se puede respirar y todo el mundo emite sus quejas a un volumen considerable, hay mayor cantidad de niños, señoritas y mirones. Pero en los otros bancos, las colas son más fashion. Las caras son largas, pero son menos y muestran más aburrimiento que enojo. Resulta interesante descubrir como esa gente, que seguramente se considrea muy educada, le dirige a una miradas descaradas, sin preocuparse de si a una le molesta o no. Y cuando la situación llama, finalmente, la atención del guardia, éste pregunta cordialmente que se me ofrece. “Estoy mirando nada más”, una respuesta un tanto bochornosa.
Después de varias observaciones, llegue a la conclusión de que pertenecer a la cola de un banco puede ser más divertido de lo que parece. Aunque no lo crean, el escenario es muy pintoresco y ofrece un entretenimiento inusual e interesante. No es bueno escuchar conversaciones ajenas, pero dado que no puede evitarse, puede resultar hilarante oir fragentos de diversas charlas y hacer una propia interpretación del tema. También, con sólo observar, siempre esta al alcance de nustros ojos alguna imagen insólita, como puede ser algun elegante caballero urgando su nariz o un serio empleado jugando con su silla giratoria. La gente hace cosas increibles cuando cree que nadie la ve.
Los colores y los sonidos de las colas de los bancos tambien son estimulantes. Al prestar mucha atencion (y con un poco de sugestión) se puede escuchar alguna melodía entre los sonidos de los sellos, y acompañada por los colores de las ropas y los ecos de las voces, tenemos un musical como cualquier otro.
Al final, puedo decir que no creo que en este mundo existan muchas cosas tan interesantes como las filas de los bancos, y dudo que hayan escenas que combinen tan bien el exceso y la falta de civilización. Tal vez sea un punto de vista absurdo y poco razonable, pero puede ahorarles a todos más de un disgusto a la hora de pararse frente a las puertas del banco.
2006
Sartre habló de nuestra condena a la libertad pero, ¿alguien pensó alguna vez en nuestra condena a la cola del banco?. Varias mañanas al mes los más afortunados, o a la semana los menos, deben pararse frente a las puertas de algún banco, aguantar la respiración, intentar no pensar en cuánto tiempo de nuestras vidas desperdiciamos ahií y entrar para ver el cúmulo de gente que se amontona, porque no importa que tan temprano lleguemos, siempre hay demasiadas personas.
Una vez en la fila, nos dejamos llevar por el sueño, total, estoamos al final. Lo único interesante que puede pasar es que la fila avance, pero esto pasa una vez cada mil años. Mientras tanto, algunos duermen, otros hacen malabares con los cientos de papeles que llevan y que sacaron del portafolios demasiado pronto, otros observan, recelosos, los alrededores, uno que otro charla, pero todos piensan en lo molesto que es hacer eso todo el tiempo.
Ya pasado un rato uno se va mimetizando con el entorno, y es por eso que mientras más nos acerquemos a la ventanilla, más uniforme parece la fila. La excentricidad espera al final.
Cada vez que un nene chiquito entra, sin importar su edad o si está haciendo ruido o no, los miembros de la gran fila dan vuelta los ojos, ponen cara de disgusto y piensan “lo que me faltaba”. Otro efecto tiene, sin embargo, alguna señorita que si bien hace un ruido diez veces mayor al de el pobre pequeño, no recive quejas de lo más mínimo al ponerse a hablar escandalosamente. Pero claro, el tamaño de las piernas de la mujer y el niño también guardan una proporción de diez a uno.
Pero cuidado, que no es bueno meter a todas las filas en una sola bolsa. Hay diferentes bancos, y con ellos, diferentes filas. Los bancos más populares están siempre abarrotados de gente. No se puede respirar y todo el mundo emite sus quejas a un volumen considerable, hay mayor cantidad de niños, señoritas y mirones. Pero en los otros bancos, las colas son más fashion. Las caras son largas, pero son menos y muestran más aburrimiento que enojo. Resulta interesante descubrir como esa gente, que seguramente se considrea muy educada, le dirige a una miradas descaradas, sin preocuparse de si a una le molesta o no. Y cuando la situación llama, finalmente, la atención del guardia, éste pregunta cordialmente que se me ofrece. “Estoy mirando nada más”, una respuesta un tanto bochornosa.
Después de varias observaciones, llegue a la conclusión de que pertenecer a la cola de un banco puede ser más divertido de lo que parece. Aunque no lo crean, el escenario es muy pintoresco y ofrece un entretenimiento inusual e interesante. No es bueno escuchar conversaciones ajenas, pero dado que no puede evitarse, puede resultar hilarante oir fragentos de diversas charlas y hacer una propia interpretación del tema. También, con sólo observar, siempre esta al alcance de nustros ojos alguna imagen insólita, como puede ser algun elegante caballero urgando su nariz o un serio empleado jugando con su silla giratoria. La gente hace cosas increibles cuando cree que nadie la ve.
Los colores y los sonidos de las colas de los bancos tambien son estimulantes. Al prestar mucha atencion (y con un poco de sugestión) se puede escuchar alguna melodía entre los sonidos de los sellos, y acompañada por los colores de las ropas y los ecos de las voces, tenemos un musical como cualquier otro.
Al final, puedo decir que no creo que en este mundo existan muchas cosas tan interesantes como las filas de los bancos, y dudo que hayan escenas que combinen tan bien el exceso y la falta de civilización. Tal vez sea un punto de vista absurdo y poco razonable, pero puede ahorarles a todos más de un disgusto a la hora de pararse frente a las puertas del banco.
2006
Las Rimas de Bécquer
Romanticismo. Una época sin matices, siempre situada en los extremos, desvariando entre el placer y la agonía sin límites, sin poder encontrar una salida, sin querer encontrar una salida, sin siquiera buscar una salida. Esta es la época en la que vivió Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), autor de las rimas, chico huérfano de padre y madre, hombre pobre, amante rechazado, esposo engañado, hermano de un muerto y aun así, Bécquer, que vivió en la época del suicidio, no se suicidó.
El mundo le aburre con su monotonía sin fin en un verso, en otro ha vivido cien años, otro dice que sufrirá hasta el infinito pero luego nos dice que ni el dolor es para siempre. A veces vivir es sufrir y otras es comer, reventar y roncar hasta más no poder. Inconformidad parece su lema, nada le viene bien. Puede estar buscando el amor eterno en diez rimas seguidas pero luego remata con una undécima, que dice “amémonos hoy mucho, y mañana digamos ¡Adiós!”. Inconformidad parece ser su lema.
A lo largo de las rimas, Bécquer nos lleva de la alegría al llanto sin reparar en lo esquizofrénico que esto resulta. Va de blanco a negro con tal facilidad que uno podría decir “este hombre esta muy, muy enfermo”, y luego leer la claridad de sus versos, la perfecta rima interna, el manejo de los colores, las texturas, las luces, las sombras o los mismos sentimientos, que le dan armonía a algo totalmente descabellado y pensar “este hombre es un genio, y quien le dijera loco, loco está”. Con sus excesos de romanticismo nos convierte a nosotros, no románticos, en personas extremistas, odiadas y amadas, aburridas y atareadas, sufridas y relajadas, locas y estructuradas, llenas de ira pero apaciguadas, jóvenes y avejentadas, muertas y vivas para terminar en un remolino que nos deja sin sentido, perdidos en un montón de palabras y sin saber que pensar o que sentir, porque en su última palabra nos llamó máquinas, mezquinas y falsas.
Y como si fuera poco, a demás del efecto de las palabras están las imágenes, tan bien descriptas que sin hacer ningún esfuerzo se pueden ver. Ves pupilas en todas partes, flores, calles y tumbas que te tragan con su tierra y te escupen en un banco donde suena un beso, para después aparecer en una costa y querer tirarte al mar, mientras los marineros te hablan y te hacen ver que ya lo hiciste todo y que nada tiene comparación con vos, sos un genio, hasta que te das cuenta de que del mundo sos lo peor, no hay nadie más mezquino, más odiado, más lleno de ira, y querés volver al mar. Y te marea, porque dejaste de respirar. Tantas cosas juntas no podés digerir.
Es impresionante como se puede hacer tanto en tan pocas palabras, no cabe en la mente de nadie que en ochenta y siete rimas quieras vivir y morir tantas veces, y que te mueras de asco o que te mueras de amor, porque te describen un muerto con los ojos duros e hinchados pero te cantan al oído secretos que todavía no conocés, para después decirte que por exceso de orgullo, no podía ser.
Cuando estás perdido probás todo para salir, y en todo fracasas, hasta que llegás a comer hasta reventar o reventar por no comer, y a no saber de dónde venimos, ni a donde vamos, ni que vamos a hacer.
2006
El mundo le aburre con su monotonía sin fin en un verso, en otro ha vivido cien años, otro dice que sufrirá hasta el infinito pero luego nos dice que ni el dolor es para siempre. A veces vivir es sufrir y otras es comer, reventar y roncar hasta más no poder. Inconformidad parece su lema, nada le viene bien. Puede estar buscando el amor eterno en diez rimas seguidas pero luego remata con una undécima, que dice “amémonos hoy mucho, y mañana digamos ¡Adiós!”. Inconformidad parece ser su lema.
A lo largo de las rimas, Bécquer nos lleva de la alegría al llanto sin reparar en lo esquizofrénico que esto resulta. Va de blanco a negro con tal facilidad que uno podría decir “este hombre esta muy, muy enfermo”, y luego leer la claridad de sus versos, la perfecta rima interna, el manejo de los colores, las texturas, las luces, las sombras o los mismos sentimientos, que le dan armonía a algo totalmente descabellado y pensar “este hombre es un genio, y quien le dijera loco, loco está”. Con sus excesos de romanticismo nos convierte a nosotros, no románticos, en personas extremistas, odiadas y amadas, aburridas y atareadas, sufridas y relajadas, locas y estructuradas, llenas de ira pero apaciguadas, jóvenes y avejentadas, muertas y vivas para terminar en un remolino que nos deja sin sentido, perdidos en un montón de palabras y sin saber que pensar o que sentir, porque en su última palabra nos llamó máquinas, mezquinas y falsas.
Y como si fuera poco, a demás del efecto de las palabras están las imágenes, tan bien descriptas que sin hacer ningún esfuerzo se pueden ver. Ves pupilas en todas partes, flores, calles y tumbas que te tragan con su tierra y te escupen en un banco donde suena un beso, para después aparecer en una costa y querer tirarte al mar, mientras los marineros te hablan y te hacen ver que ya lo hiciste todo y que nada tiene comparación con vos, sos un genio, hasta que te das cuenta de que del mundo sos lo peor, no hay nadie más mezquino, más odiado, más lleno de ira, y querés volver al mar. Y te marea, porque dejaste de respirar. Tantas cosas juntas no podés digerir.
Es impresionante como se puede hacer tanto en tan pocas palabras, no cabe en la mente de nadie que en ochenta y siete rimas quieras vivir y morir tantas veces, y que te mueras de asco o que te mueras de amor, porque te describen un muerto con los ojos duros e hinchados pero te cantan al oído secretos que todavía no conocés, para después decirte que por exceso de orgullo, no podía ser.
Cuando estás perdido probás todo para salir, y en todo fracasas, hasta que llegás a comer hasta reventar o reventar por no comer, y a no saber de dónde venimos, ni a donde vamos, ni que vamos a hacer.
2006
Los árboles mueren de pie, Alejandro Casona
¿Qué serías capaz de hacer por un ser amado? Esta pregunta es fácil, todos sabemos la respuesta: lo que sea necesario para que sea feliz.
Eso está muy bien pero ¿y qué tal por un completo desconocido? Ahí, honesta y lamentablemente, a muchos nos surgen dudas.
Los árboles mueren de pie es la obra del dramaturgo Alejandro Casona, nacido en una aldea cerca de Asturias en 1903, y fallecido en Madrid en 1965. Casona fue también autor de La sirena varada (1929), Prohibido suicidarse en primavera (1937), Romance en tres noches (1938) y Las tres perfectas casadas (1941), entre otras. Casona presentaba un optimismo sano y desenvuelto a la hora de enfrentar la vida y el papel, además de una jocosidad envidiable: tanto es así que su verdadero nombre es Alejandro Rodríguez Álvarez, pero decidió cambiarlo por el pseudónimo Alejandro Casona por haber pasado su juventud en una casa de gran tamaño.
Este hombre de la casa grande ambienta su obra en una oficina en la que los empleados, como todos hoy en día, están ahogados por el apuro y el stress. Pero esta oficina no es lo que se diría, típica. Lejos de ser los horarios bancarios o las fechas de entrega de informes, lo que preocupa a los trabajadores es la falta de felicidad, y sobre todo, de sonrisas en el mundo.
Con esta obra, Casona nos presenta un nuevo tipo de caridad, diferente al que se compra con dinero y se ocupa de los males del cuerpo. Casona nos trae una caridad distinta: caridad del alma, para el alma.
Mauricio: - De los males del cuerpo ya hay muchos que se ocupan. Pero ¿quien ha pensado en los que se mueren sin un solo recuerdo hermoso?, ¿en los que nunca han visto realizado su sueño?, ¿en los que no se han sentido estremecidos nunca por un ramalazo de misterio y de fe? No sé si empieza a ver claro.
El director de esta agencia, un loco que sabe bien su tema, se vale de fantasías para crear ilusiones, magia para sembrar alegría y mentiras, para crear realidades.
Mientras el director pone en marcha este verdadero circo, entran en escena una joven desesperada y un viejo, en el mismo estado. A partir de esto, se pone en marcha la misión más difícil de todas, en la que se intenta remendar el corazón de una abuela sin nieto, pero con el pasar del tiempo, es una nieta la que necesita de una abuela y un nuevo corazón.
Así es como el autor va planteando un juego de doctores y pacientes en el que muchas veces se revierten los roles. Sus personajes son personas movidas por el altruismo, de las que pocas quedan en el mundo. Pero hasta con la mejor voluntad, todos sabemos que la mentiras tiene paras cortas, y no olvidemos que en esta organización, la voluntad y las mentiras abundan. Jugar con la verdad es algo peligroso: las mentiras, aunque blancas, son mentiras aún, y siempre es doloroso cuando salen a la luz.
Cuando uno vela por la felicidad de los otros constantemente, es inevitable alguna vez olvidarse de uno mismo. El altruismo sin medida puede hacernos creer que la única fuente de felicidad es la alegría ajena. Así, el alma se va marchitando, pero por fuera queda intacta, como los árboles, que mueren de pie.
Esta obra es perfecta para los que están llenos de fantasías, porque en ella, la fantasía triunfa sobre la realidad. Para aquellos que creen que todo es posible si se tiene fe, recomiendo esta obra de caridad, trabajo duro y desesperada búsqueda de amor.
Pero sobre todo, se la recomiendo a los árboles, a esos gigantes que todo lo intentan y todo lo pueden, que caminan a diario por las calles, casi en silencio: lo único que se escucha de ellos es el susurro del viento en sus hojas, mientras mueven el mundo sin ser oídos, sembrando alegría donde nadie la conoce. Para esos hombres y mujeres que aparentan felicidad en tiempos de profundo dolor, esta obra es perfecta.
“Isabel: - No te reconozco. Oyéndote hablar el primer día parecías un domador de milagros, con una magia nueva en las manos. No había una sola cosa fea que tú no pudieras embellecer, ni una triste realidad que tú no fueras capaz de burlar con un juego de imaginación. Por eso te seguí a ojos cerrados. Y ahora llega a tu puerta una verdad, que nisiquiera tiene la disculpa de su grandeza... ¡Y ahí estas frente a ella, atado de pies y manos!
Plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro. Parece que con esta obra, Alejandro Casona mató dos pájaros de un tiro, ¿No?, plantando tantos árboles en su libro.
2006
Eso está muy bien pero ¿y qué tal por un completo desconocido? Ahí, honesta y lamentablemente, a muchos nos surgen dudas.
Los árboles mueren de pie es la obra del dramaturgo Alejandro Casona, nacido en una aldea cerca de Asturias en 1903, y fallecido en Madrid en 1965. Casona fue también autor de La sirena varada (1929), Prohibido suicidarse en primavera (1937), Romance en tres noches (1938) y Las tres perfectas casadas (1941), entre otras. Casona presentaba un optimismo sano y desenvuelto a la hora de enfrentar la vida y el papel, además de una jocosidad envidiable: tanto es así que su verdadero nombre es Alejandro Rodríguez Álvarez, pero decidió cambiarlo por el pseudónimo Alejandro Casona por haber pasado su juventud en una casa de gran tamaño.
Este hombre de la casa grande ambienta su obra en una oficina en la que los empleados, como todos hoy en día, están ahogados por el apuro y el stress. Pero esta oficina no es lo que se diría, típica. Lejos de ser los horarios bancarios o las fechas de entrega de informes, lo que preocupa a los trabajadores es la falta de felicidad, y sobre todo, de sonrisas en el mundo.
Con esta obra, Casona nos presenta un nuevo tipo de caridad, diferente al que se compra con dinero y se ocupa de los males del cuerpo. Casona nos trae una caridad distinta: caridad del alma, para el alma.
Mauricio: - De los males del cuerpo ya hay muchos que se ocupan. Pero ¿quien ha pensado en los que se mueren sin un solo recuerdo hermoso?, ¿en los que nunca han visto realizado su sueño?, ¿en los que no se han sentido estremecidos nunca por un ramalazo de misterio y de fe? No sé si empieza a ver claro.
El director de esta agencia, un loco que sabe bien su tema, se vale de fantasías para crear ilusiones, magia para sembrar alegría y mentiras, para crear realidades.
Mientras el director pone en marcha este verdadero circo, entran en escena una joven desesperada y un viejo, en el mismo estado. A partir de esto, se pone en marcha la misión más difícil de todas, en la que se intenta remendar el corazón de una abuela sin nieto, pero con el pasar del tiempo, es una nieta la que necesita de una abuela y un nuevo corazón.
Así es como el autor va planteando un juego de doctores y pacientes en el que muchas veces se revierten los roles. Sus personajes son personas movidas por el altruismo, de las que pocas quedan en el mundo. Pero hasta con la mejor voluntad, todos sabemos que la mentiras tiene paras cortas, y no olvidemos que en esta organización, la voluntad y las mentiras abundan. Jugar con la verdad es algo peligroso: las mentiras, aunque blancas, son mentiras aún, y siempre es doloroso cuando salen a la luz.
Cuando uno vela por la felicidad de los otros constantemente, es inevitable alguna vez olvidarse de uno mismo. El altruismo sin medida puede hacernos creer que la única fuente de felicidad es la alegría ajena. Así, el alma se va marchitando, pero por fuera queda intacta, como los árboles, que mueren de pie.
Esta obra es perfecta para los que están llenos de fantasías, porque en ella, la fantasía triunfa sobre la realidad. Para aquellos que creen que todo es posible si se tiene fe, recomiendo esta obra de caridad, trabajo duro y desesperada búsqueda de amor.
Pero sobre todo, se la recomiendo a los árboles, a esos gigantes que todo lo intentan y todo lo pueden, que caminan a diario por las calles, casi en silencio: lo único que se escucha de ellos es el susurro del viento en sus hojas, mientras mueven el mundo sin ser oídos, sembrando alegría donde nadie la conoce. Para esos hombres y mujeres que aparentan felicidad en tiempos de profundo dolor, esta obra es perfecta.
“Isabel: - No te reconozco. Oyéndote hablar el primer día parecías un domador de milagros, con una magia nueva en las manos. No había una sola cosa fea que tú no pudieras embellecer, ni una triste realidad que tú no fueras capaz de burlar con un juego de imaginación. Por eso te seguí a ojos cerrados. Y ahora llega a tu puerta una verdad, que nisiquiera tiene la disculpa de su grandeza... ¡Y ahí estas frente a ella, atado de pies y manos!
Plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro. Parece que con esta obra, Alejandro Casona mató dos pájaros de un tiro, ¿No?, plantando tantos árboles en su libro.
2006
La casa de los espíritus, Isabel Allende
Para muchos, la familia es una institución sagrada, pero en esta obra, es mucho más que esto: es la maqueta de un país entero.
Desde principios de este siglo hasta la vuelta a la democracia, La casa de los espíritus nos lleva a un espacio que ocupa un poco más que 4 simples paredes.
El escenario de la novela de Isabel Allende, nacida en Chile en 1942, sobrina del legendario Salvador Allende, es un país latinoamericano en el siglo XX, visto desde una familia de clase alta, con integrantes por demás peculiares.
Mientras recorremos las páginas que brotaron de nuestro propio suelo, conocemos a la familia Trueba, que mucho nos recuerda a los Buendía en Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.
No soy de los de la idea de que Allende tiende a plagiar descaradamente al escritor colombiano, sino que creo que esta obra es una creación única e interesante que, tal vez, contiene algún eco de una lectura previa, algo que, según otro gran escritor, Jorge Luis Borges, sucede en todos los libros.
En esta obra, a diferencia de la antes nombrada, el árbol genealógico es simple. Sólo conocemos maridos y mujeres, abuelos y nietos, padres e hijos y tíos y sobrinos. Clara y Esteban Trueba, marido y mujer, comienzan una familia en la que, desgraciadamente, el pasado tiendo a repetirse.
Empezando con la madre de Clara y terminando con su nieta, quien termina la historia, y también la comienza, podemos apreciar la evolución del feminismo en el siglo pasado, comenzando en mujeres admiradas por su belleza, pasando por damas de sociedad promoviendo ideas sindicalistas y terminando en jóvenes que lucharon por la democracia, y fueron vilmente torturadas. El lugar que ocupan las mujeres en esta obra es fuerte y poderoso: muestra mujeres caritativas, apasionadas, luchadoras y fuertes. Mujeres empiezan esta historia, y mujeres están ahí para terminarla.
Que se cuente la historia de toda una familia por varias generaciones nos hace darnos cuenta, enseguida, que es imposible que haya un solo narrador que cuente su historia, en primera persona, y nos hace pensar, tal vez, en un narrador omnisciente. Lo peculiar de esta novela es que, efectivamente, está narrada en primera persona, pero no es uno solo el narrador, y este cambia dependiendo de la versión de la historia o el punto de vista que se quiera trasmitir. Este constante cambio de narrador nos hace pensar en cómo, de alguna forma, se puede trascender a través de la descendencia, y como muchas voces pueden contar la misma historia, con un toque diferente.
Clara, de pequeña, escribe todo en unos cuadernos de escribir la vida, pero ella en ningún momento se convierte en la narradora de la historia. Su personaje es diferente a los otros, su mente es inalcanzable, y ella es el eje principal de la historia, ya sea estando corpóreamente presente, o no. Ella, con sus poderes telequinéticos y sus espontáneas adivinaciones del futuro es quien trae a los espíritus a la casa, y allí quedan. Aunque su objetivo verdadero sea velar por la familia de Clara, puede ser que sea al revés, que la familia sea quien vela por ellos, ya que sin alguien que los sienta y los reconozca, ellos quizás nunca hubieran existido.
Dicen que hay cosas que sólo ven los que pueden soportar su presencia. Nacer y vivir con alguien que mueve cosas sin tocarlas y convoca gente muerta debe dar a quienes viven esta situación una gran fortaleza, que parece acentuarse en las mujeres Trueba, que están, como quien dice, curadas de espanto. Quien conoce mucho, sólo teme a los vivos, y son los vivos quienes siempre tienden a dañar a los miembros de esta familia.
Clara es el espíritu indomable presente en la familia, en cambio, Esteban es el ente regulador, que prohíbe todo, pero no permite juicios sobre él, aún siendo el más carnal de los pecadores. Ya anciano, su mezquindad poco acertada y su rol de terrateniente y político cruel, tiene su recompensa, y cuando su alma comienza a encogerse, digamos que ni su propio cuerpo puede llenar sus zapatos.
En la novela, Allende nos habla de cómo la sabiduría y el éxito residen en quienes rompen los esquemas y ven más allá, pero sin olvidar lo bueno de las tradiciones. Así, en la época de los compañeros huelguistas, un hombre nos cautiva con sus baladas sobre gallinas que, bien organizadas, pueden vencer al más sagaz de los zorros. Lamentablemente, tanto en la vida real como en la ficción, muchas gallinas pagaron la búsqueda de una vida mejor, algunas con la muerte, otras con el exilio del gallinero, y durante muchos años, las gallinas, sus familias, o lo poco que quedó de sus vidas pasadas, quedaron callados.
Durante la época del gallinero, la historia de los Trueba decidió repetirse, y fue la nieta quien pagó con sangre propia la derramada por su abuelo, y la que cobijó en su propio vientre, el fruto de las injusticias cometidas por él. Se llena una de escalofríos al recorrer las páginas que corresponden a los años de la dictadura, a la agonía de los valientes, y a la muerte de muchos ellos. Pero lo peor es que, como todos sabemos, en este caso la realidad superó, por mucho, a la ficción.
Aun siendo muy joven, sin haber vivido ninguno de los acontecimientos narrados en la novela, cuando la leo y la releo, siento que estoy ahí, veo lo que pasa y ruego por que termine. Cuando uno lee una crónica o Nunca más, por ejemplo, entiende la gravedad de los hechos, pero en esta novela, es muy distinto. Aunque no sean personajes reales, uno sabe que alguien, alguna vez, vivió algo así, y al haberlo seguido durante tantas páginas, es imposible no sentirse identificado, cerca de él. Cuando sabemos que es ficción, tal vez tenemos una mayor noción de la realidad que cuando leemos textos verídicos. Es una forma distinta para los que no lo vivimos, o tal vez para lo que lo vivieron de una forma diferente, de entender y asimilar hechos tan terribles y tan reales a la vez.
Después de leer la obra me siento, siendo mujer, orgullosa y afortunada.
Orgullosa de tener el mismo género que esas personas que alguna vez lucharon para que hoy, estemos en el lugar que estamos. De pertenecer a un grupo que combina las dosis perfectas de pasión e intelecto necesarias para conseguir todo lo que se quiere, y de querer todo lo que se consigue. De tener madre, abuela o hermanas y ver cuánto nos parecemos, y también cuán diferentes somos, y cómo juntas somos una sola, pero a la vez, somos muchas.
Orgullosa sobre todo de que haya sido una mujer quien haya escrito una novela tan impactante, y que luego esa misma mujer sea puesta entre los grandes, que hasta el momento, eran en su mayoría hombres. Lo increíble es eso, que las mujeres trabajen para el bien propio, pero siempre que logran algo, reconocen que el crédito es de todas, no les importa compartir lo suyo con las demás porque saben que cada una, desde su propio espacio, contribuyó a ese momento. Isabel Allende dedicó esta historia A mi madre y las otras extraordinarias mujeres de esta historia.
No quiero decir con esto que la novela sea sólo para mujeres, no. A todos les llegará un momento en el que se sientan identificados, o de no ser así, conmovidos. Ya les haya tocado ser zorros o gallinas, o sus padres o hijos, todos entramos en la familia Trueba, con sus viejas tradiciones o sus nuevos cambios, porque al final, todas las casas están llenas de espíritus, nada más basta con saber ver, escuchar, y sobre todo, interpretar y sentir.
Concurso del centro cultural de Trelew, adultos, año 2006 bajo el pseudónimo de Clara Clarividente
Desde principios de este siglo hasta la vuelta a la democracia, La casa de los espíritus nos lleva a un espacio que ocupa un poco más que 4 simples paredes.
El escenario de la novela de Isabel Allende, nacida en Chile en 1942, sobrina del legendario Salvador Allende, es un país latinoamericano en el siglo XX, visto desde una familia de clase alta, con integrantes por demás peculiares.
Mientras recorremos las páginas que brotaron de nuestro propio suelo, conocemos a la familia Trueba, que mucho nos recuerda a los Buendía en Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.
No soy de los de la idea de que Allende tiende a plagiar descaradamente al escritor colombiano, sino que creo que esta obra es una creación única e interesante que, tal vez, contiene algún eco de una lectura previa, algo que, según otro gran escritor, Jorge Luis Borges, sucede en todos los libros.
En esta obra, a diferencia de la antes nombrada, el árbol genealógico es simple. Sólo conocemos maridos y mujeres, abuelos y nietos, padres e hijos y tíos y sobrinos. Clara y Esteban Trueba, marido y mujer, comienzan una familia en la que, desgraciadamente, el pasado tiendo a repetirse.
Empezando con la madre de Clara y terminando con su nieta, quien termina la historia, y también la comienza, podemos apreciar la evolución del feminismo en el siglo pasado, comenzando en mujeres admiradas por su belleza, pasando por damas de sociedad promoviendo ideas sindicalistas y terminando en jóvenes que lucharon por la democracia, y fueron vilmente torturadas. El lugar que ocupan las mujeres en esta obra es fuerte y poderoso: muestra mujeres caritativas, apasionadas, luchadoras y fuertes. Mujeres empiezan esta historia, y mujeres están ahí para terminarla.
Que se cuente la historia de toda una familia por varias generaciones nos hace darnos cuenta, enseguida, que es imposible que haya un solo narrador que cuente su historia, en primera persona, y nos hace pensar, tal vez, en un narrador omnisciente. Lo peculiar de esta novela es que, efectivamente, está narrada en primera persona, pero no es uno solo el narrador, y este cambia dependiendo de la versión de la historia o el punto de vista que se quiera trasmitir. Este constante cambio de narrador nos hace pensar en cómo, de alguna forma, se puede trascender a través de la descendencia, y como muchas voces pueden contar la misma historia, con un toque diferente.
Clara, de pequeña, escribe todo en unos cuadernos de escribir la vida, pero ella en ningún momento se convierte en la narradora de la historia. Su personaje es diferente a los otros, su mente es inalcanzable, y ella es el eje principal de la historia, ya sea estando corpóreamente presente, o no. Ella, con sus poderes telequinéticos y sus espontáneas adivinaciones del futuro es quien trae a los espíritus a la casa, y allí quedan. Aunque su objetivo verdadero sea velar por la familia de Clara, puede ser que sea al revés, que la familia sea quien vela por ellos, ya que sin alguien que los sienta y los reconozca, ellos quizás nunca hubieran existido.
Dicen que hay cosas que sólo ven los que pueden soportar su presencia. Nacer y vivir con alguien que mueve cosas sin tocarlas y convoca gente muerta debe dar a quienes viven esta situación una gran fortaleza, que parece acentuarse en las mujeres Trueba, que están, como quien dice, curadas de espanto. Quien conoce mucho, sólo teme a los vivos, y son los vivos quienes siempre tienden a dañar a los miembros de esta familia.
Clara es el espíritu indomable presente en la familia, en cambio, Esteban es el ente regulador, que prohíbe todo, pero no permite juicios sobre él, aún siendo el más carnal de los pecadores. Ya anciano, su mezquindad poco acertada y su rol de terrateniente y político cruel, tiene su recompensa, y cuando su alma comienza a encogerse, digamos que ni su propio cuerpo puede llenar sus zapatos.
En la novela, Allende nos habla de cómo la sabiduría y el éxito residen en quienes rompen los esquemas y ven más allá, pero sin olvidar lo bueno de las tradiciones. Así, en la época de los compañeros huelguistas, un hombre nos cautiva con sus baladas sobre gallinas que, bien organizadas, pueden vencer al más sagaz de los zorros. Lamentablemente, tanto en la vida real como en la ficción, muchas gallinas pagaron la búsqueda de una vida mejor, algunas con la muerte, otras con el exilio del gallinero, y durante muchos años, las gallinas, sus familias, o lo poco que quedó de sus vidas pasadas, quedaron callados.
Durante la época del gallinero, la historia de los Trueba decidió repetirse, y fue la nieta quien pagó con sangre propia la derramada por su abuelo, y la que cobijó en su propio vientre, el fruto de las injusticias cometidas por él. Se llena una de escalofríos al recorrer las páginas que corresponden a los años de la dictadura, a la agonía de los valientes, y a la muerte de muchos ellos. Pero lo peor es que, como todos sabemos, en este caso la realidad superó, por mucho, a la ficción.
Aun siendo muy joven, sin haber vivido ninguno de los acontecimientos narrados en la novela, cuando la leo y la releo, siento que estoy ahí, veo lo que pasa y ruego por que termine. Cuando uno lee una crónica o Nunca más, por ejemplo, entiende la gravedad de los hechos, pero en esta novela, es muy distinto. Aunque no sean personajes reales, uno sabe que alguien, alguna vez, vivió algo así, y al haberlo seguido durante tantas páginas, es imposible no sentirse identificado, cerca de él. Cuando sabemos que es ficción, tal vez tenemos una mayor noción de la realidad que cuando leemos textos verídicos. Es una forma distinta para los que no lo vivimos, o tal vez para lo que lo vivieron de una forma diferente, de entender y asimilar hechos tan terribles y tan reales a la vez.
Después de leer la obra me siento, siendo mujer, orgullosa y afortunada.
Orgullosa de tener el mismo género que esas personas que alguna vez lucharon para que hoy, estemos en el lugar que estamos. De pertenecer a un grupo que combina las dosis perfectas de pasión e intelecto necesarias para conseguir todo lo que se quiere, y de querer todo lo que se consigue. De tener madre, abuela o hermanas y ver cuánto nos parecemos, y también cuán diferentes somos, y cómo juntas somos una sola, pero a la vez, somos muchas.
Orgullosa sobre todo de que haya sido una mujer quien haya escrito una novela tan impactante, y que luego esa misma mujer sea puesta entre los grandes, que hasta el momento, eran en su mayoría hombres. Lo increíble es eso, que las mujeres trabajen para el bien propio, pero siempre que logran algo, reconocen que el crédito es de todas, no les importa compartir lo suyo con las demás porque saben que cada una, desde su propio espacio, contribuyó a ese momento. Isabel Allende dedicó esta historia A mi madre y las otras extraordinarias mujeres de esta historia.
No quiero decir con esto que la novela sea sólo para mujeres, no. A todos les llegará un momento en el que se sientan identificados, o de no ser así, conmovidos. Ya les haya tocado ser zorros o gallinas, o sus padres o hijos, todos entramos en la familia Trueba, con sus viejas tradiciones o sus nuevos cambios, porque al final, todas las casas están llenas de espíritus, nada más basta con saber ver, escuchar, y sobre todo, interpretar y sentir.
Concurso del centro cultural de Trelew, adultos, año 2006 bajo el pseudónimo de Clara Clarividente
El túnel de Ernesto Sábato
Mientras escribo esta reseña pienso en Sábato, destruyendo sus obras y en Castel, destruyendo a María.
El túnel es la novela del argentino Ernesto Sábato, nacido en Rojas, provincia de Buenos Aires, en el año 1911. Se recibió de doctor en Física a la temprana edad de 27 años, siendo altamente reconocido en Europa y Estados Unidos. A partir de 1943 su pasión se traslada paulatinamente a la escritura de ficciones y ensayos, y a la pintura, creando obras de carácter más bien sombrío. En sus producciones literarias se destacan Sobre héroes y tumbas (1961), Abaddon el exterminador (1974) y El túnel. Es la última una magnífica novela dividida en 39 oscuros capítulos que narran la historia del pintor Juan Pablo Castel, quien cobra la vida de su amor y más grande obsesión: Maria Iribarne.
Esta fuerte crítica a la incomunicación humana establece lo que parece ser un fuerte vínculo entre el escritor y el narrador. Ambos pintores, Sábato y Castel, son incomprendidos a través de sus pinturas, si bien las críticas entierran a uno en la realidad y dan el cielo al otro en la ficción es notorio el rechazo de ambos hacia los críticos.
A través de su obra Castel conoce inintencionalmente a la joven María Iribarne. Mientras todo el público fija su mirada en las pinturas de una forma superficial, casi frívola, María es la única que se percata del verdadero significado de la obra, solo ella capta la esencia del pintor.
Así comienza el juego de seducción de esta perdida joven y es así también como el solitario pintor ve en ella el complemento de su lóbrega alma, y vuelve a Maria objeto de su adoración. La inconstancia en su relación cada vez exaspera más al impaciente arista, y el hecho de descubrir su comprometido estado civil lo turba gravemente.
“-Hay muchas maneras de amar y querer- respondió cansada-. Te imaginaras que ahora no puedo seguir queriendo a Allende como hace años, cuando nos casamos, de la misma manera-.”
La bigamia de Maria no es el único problema en la relación: también esta el carácter obsesivo del pintor, y cuando la bigamia se vuelve más bien una poligamia él se va volviendo pernicioso para la joven. Sus constantes visitas a la estancia, las corridas a la cama de su primo Hunter vuelven al solitario artista cada vez más desquiciado. María es el mar, él es un túnel. Ella es fluctuante, poderosa, fulminante. Pero también es independiente y solitaria. Muestra en ella rasgos de una larga vida en un joven cuerpo. Es incapaz de amar y esto la atormenta, va de un hombre a otro sin encontrar las satisfacciones del amor, aunque en Castel encuentra algo especial, alguien que comprende su atormentada alma, que puede salvarla. Pero a la vez, él también busca la contención de ella, ambos incomprendidos, bastos y solitarios viven sus cárceles y sus calvarios, buscando vanamente la ayuda del otro, encontrando solamente dolor.
Juan Pablo vive en un túnel, oscuro y sombrío, un hueco en el que a veces pueden verse vagas imágenes del otro lado. Su interlocutora es María, solo con ella las pétreas paredes se vuelven vidrio, pero la curiosidad de ella es limitada, no es capaz de comunicarse más que con el mar y es por eso que la libertad de ambos es imposible. Las chances de María se hunden en sus remordimientos, las de Castel, en obsesiones.
Al contrario de lo que muchos creen al analizar la obra, puedo decir que no hay una luz al fondo del túnel de Castel, solo paredes finas o paredes gruesas, solitarias imágenes de lo que se anhela y no se puede alcanzar. Pero por transparente que sea el vidrio, la luz se ve difusa a través del agua.
Tantos ricos momentos tiene esta obra. Cuando él pinta ese cuadro, esa imagen melancólica, esa muchacha nostálgica frente al mar, y María aparece para verse, tal vez por primera vez, verdaderamente revelada, solitaria, una sola con la inmensidad que la rodea. Las ficticias construcciones de Juan Pablo, momentos en los que pueda reencontrarse con su musa accidental, verla, o tan solo hablarle. Lo encuentros en las plazas de Buenos Aires, las cartas desesperadas de él, las perdidas y trises de ella. Las peleas en el taller, los esposos peculiares, petulantes amantes estancieros, las excusas del campo y los desbordes y excesos de Castel, como el alcohol y la dudosa compañía que lo llevan a trasladar todo el tormento de su alma a la mujer del mar, el océano que poco a poco fue desgastando las rocas de la bahía, algunas muertas, otras resignadas, hasta que una, la mas oscura, la mas intransigente, la mas sombría sale de su cárcel al filo de un cuchillo, solo para encerrarse en un calabozo aun mayor en el que el murmullo de la espuma de mar lo vuelve mas pétreo y atormentado que antes.
“Poniendo una mano izquierda sobre sus cabellos, le respondí:-Tengo que matarte, María. Me has dejado solo.- Entonces, llorando, le clave el cuchillo en el pecho.”
La desesperante novela se Sábato y su dedicado y ajustado uso del lenguaje hace que a través de Castel conozcamos una historia dentro de la otra, un relato enmarcado: por un lado, un hombre que esa en la cárcel, por otro, el mismo hombre y su obsesión que llevan aun al alma mas simple a reflexionar sobre nuestra relación con el entorno, la comunicación que tenemos con este y la realidad en que vivimos. La contemporaneidad con la que esta escrita la obra y lo familiares que pueden parecernos los lugares que describe nos llevan al siguiente, muy inquietante interrogante ¿Será el personaje de ficción el que vive en un túnel o seremos todos túneles aislados, unos con paredes más translúcidas que otros, pero túneles al fin?¿Estaremos juntos o es sólo una convicción, una inútil convicción nuestra?¿No seremos todos Allende, ciegos por no querer ver, convencidos de que ojos que no ven, corazón que no siente, conformados con nuestro rol aunque sea una farsa, una triste mentira de gente cristalizada, solitaria, en busca de un mar que nos de la convicción de que hay una luz al final del túnel pero en verdad, ya quedamos ciegos de no ver y nuestra visión de sombras nos ha consumido?¿Será Castel el del túnel o somos todos, y él es el único pájaro libre, que se liberó de sus paredes, que ya no tiene que engañarse porque sabe que al final del túnel hay solo una cosa: más túnel?
“...en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario, el mío”.
Concurso del centro cultural de Trelew, año 2006, Bajo el pseudónimo de Alejandra Vidal Olmos
El túnel es la novela del argentino Ernesto Sábato, nacido en Rojas, provincia de Buenos Aires, en el año 1911. Se recibió de doctor en Física a la temprana edad de 27 años, siendo altamente reconocido en Europa y Estados Unidos. A partir de 1943 su pasión se traslada paulatinamente a la escritura de ficciones y ensayos, y a la pintura, creando obras de carácter más bien sombrío. En sus producciones literarias se destacan Sobre héroes y tumbas (1961), Abaddon el exterminador (1974) y El túnel. Es la última una magnífica novela dividida en 39 oscuros capítulos que narran la historia del pintor Juan Pablo Castel, quien cobra la vida de su amor y más grande obsesión: Maria Iribarne.
Esta fuerte crítica a la incomunicación humana establece lo que parece ser un fuerte vínculo entre el escritor y el narrador. Ambos pintores, Sábato y Castel, son incomprendidos a través de sus pinturas, si bien las críticas entierran a uno en la realidad y dan el cielo al otro en la ficción es notorio el rechazo de ambos hacia los críticos.
A través de su obra Castel conoce inintencionalmente a la joven María Iribarne. Mientras todo el público fija su mirada en las pinturas de una forma superficial, casi frívola, María es la única que se percata del verdadero significado de la obra, solo ella capta la esencia del pintor.
Así comienza el juego de seducción de esta perdida joven y es así también como el solitario pintor ve en ella el complemento de su lóbrega alma, y vuelve a Maria objeto de su adoración. La inconstancia en su relación cada vez exaspera más al impaciente arista, y el hecho de descubrir su comprometido estado civil lo turba gravemente.
“-Hay muchas maneras de amar y querer- respondió cansada-. Te imaginaras que ahora no puedo seguir queriendo a Allende como hace años, cuando nos casamos, de la misma manera-.”
La bigamia de Maria no es el único problema en la relación: también esta el carácter obsesivo del pintor, y cuando la bigamia se vuelve más bien una poligamia él se va volviendo pernicioso para la joven. Sus constantes visitas a la estancia, las corridas a la cama de su primo Hunter vuelven al solitario artista cada vez más desquiciado. María es el mar, él es un túnel. Ella es fluctuante, poderosa, fulminante. Pero también es independiente y solitaria. Muestra en ella rasgos de una larga vida en un joven cuerpo. Es incapaz de amar y esto la atormenta, va de un hombre a otro sin encontrar las satisfacciones del amor, aunque en Castel encuentra algo especial, alguien que comprende su atormentada alma, que puede salvarla. Pero a la vez, él también busca la contención de ella, ambos incomprendidos, bastos y solitarios viven sus cárceles y sus calvarios, buscando vanamente la ayuda del otro, encontrando solamente dolor.
Juan Pablo vive en un túnel, oscuro y sombrío, un hueco en el que a veces pueden verse vagas imágenes del otro lado. Su interlocutora es María, solo con ella las pétreas paredes se vuelven vidrio, pero la curiosidad de ella es limitada, no es capaz de comunicarse más que con el mar y es por eso que la libertad de ambos es imposible. Las chances de María se hunden en sus remordimientos, las de Castel, en obsesiones.
Al contrario de lo que muchos creen al analizar la obra, puedo decir que no hay una luz al fondo del túnel de Castel, solo paredes finas o paredes gruesas, solitarias imágenes de lo que se anhela y no se puede alcanzar. Pero por transparente que sea el vidrio, la luz se ve difusa a través del agua.
Tantos ricos momentos tiene esta obra. Cuando él pinta ese cuadro, esa imagen melancólica, esa muchacha nostálgica frente al mar, y María aparece para verse, tal vez por primera vez, verdaderamente revelada, solitaria, una sola con la inmensidad que la rodea. Las ficticias construcciones de Juan Pablo, momentos en los que pueda reencontrarse con su musa accidental, verla, o tan solo hablarle. Lo encuentros en las plazas de Buenos Aires, las cartas desesperadas de él, las perdidas y trises de ella. Las peleas en el taller, los esposos peculiares, petulantes amantes estancieros, las excusas del campo y los desbordes y excesos de Castel, como el alcohol y la dudosa compañía que lo llevan a trasladar todo el tormento de su alma a la mujer del mar, el océano que poco a poco fue desgastando las rocas de la bahía, algunas muertas, otras resignadas, hasta que una, la mas oscura, la mas intransigente, la mas sombría sale de su cárcel al filo de un cuchillo, solo para encerrarse en un calabozo aun mayor en el que el murmullo de la espuma de mar lo vuelve mas pétreo y atormentado que antes.
“Poniendo una mano izquierda sobre sus cabellos, le respondí:-Tengo que matarte, María. Me has dejado solo.- Entonces, llorando, le clave el cuchillo en el pecho.”
La desesperante novela se Sábato y su dedicado y ajustado uso del lenguaje hace que a través de Castel conozcamos una historia dentro de la otra, un relato enmarcado: por un lado, un hombre que esa en la cárcel, por otro, el mismo hombre y su obsesión que llevan aun al alma mas simple a reflexionar sobre nuestra relación con el entorno, la comunicación que tenemos con este y la realidad en que vivimos. La contemporaneidad con la que esta escrita la obra y lo familiares que pueden parecernos los lugares que describe nos llevan al siguiente, muy inquietante interrogante ¿Será el personaje de ficción el que vive en un túnel o seremos todos túneles aislados, unos con paredes más translúcidas que otros, pero túneles al fin?¿Estaremos juntos o es sólo una convicción, una inútil convicción nuestra?¿No seremos todos Allende, ciegos por no querer ver, convencidos de que ojos que no ven, corazón que no siente, conformados con nuestro rol aunque sea una farsa, una triste mentira de gente cristalizada, solitaria, en busca de un mar que nos de la convicción de que hay una luz al final del túnel pero en verdad, ya quedamos ciegos de no ver y nuestra visión de sombras nos ha consumido?¿Será Castel el del túnel o somos todos, y él es el único pájaro libre, que se liberó de sus paredes, que ya no tiene que engañarse porque sabe que al final del túnel hay solo una cosa: más túnel?
“...en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario, el mío”.
Concurso del centro cultural de Trelew, año 2006, Bajo el pseudónimo de Alejandra Vidal Olmos
martes, 8 de enero de 2008
Magdalenas
Magdalenas
Ingredientes
3 claras
65 g. de azúcar
50 cc. de aceite de girasol
4 yemas
60 g. de harina
1 cdita. de polvo para hornear
cantidad necesaria de esencia de vainilla
1 limón rayado
1)Batir las claras a punto nieve y agregar poco a poco el azúcar.
2)Incorporar una por una las yemas.
3)Agregar en forma envolvente el aceite, la vainilla y la rayadura de limón.
4)A parte, tamizar la harina con el polvo para hornear y agregar a la mezcla anterior. Debe quedar una ,asa semi líquida.
5)Colocar en una manga con boquilla lisa.
6)Llenar los pirotines o el molde siliconado. Cocinar a 190 ºC durante 12-15 minutos.
Así se hacen las Magdalenas, entonces.
Marcos le puso todas las ganas del mundo, puso un banquito para agarrar los huevos de la parte alta de la heladera, los separó como le había enseñado su abuela, con la cáscara, clara en un vaso, llema en otro, buscó en el cajón su cucharita, la que usaba para comer postrecitos y puré de manzanas cuando era más chico, echó un poco de harina, lo que salió cuando le dio un golpecito para que cayera sobre el bowl que más redondo le pareció, y lo mezcló todo con un tenedor. Se acordó más tarde de los otros ingredientes, porque hacía poco que había aprendido a leer y le había costado desifrar algunas de las palabras palabras que aparecían ahí en frente.
Puso la misma cantidad de azúcar que usaba en la leche y una vainilla trizada, porque era lo que le parecía correcto. El limón fue lo que más le costó, pero después recordó que tenía jugo de limón en botella y lo agregó también. Siguió mezclando, un poco con el tenedor y otro poco con las manos, hasta que le pareció mezcla para tortas y pudo sacar la lengua de entre los dientes.
No sabía donde poner la mezcla, pero lo resolvió rápido, se comió dos postrecitos, tiró otros dos y usó los cuatro potes como moldes.
Una vez listo todo, se tomó un segundo para admirar su obra. Pasada esa exquisita fracción de tiempo, metió las magdalenas en el horno y pensó que, por esta vez, cuatro serían suficientes.
Se fue a jugar un rato, pero la edad de la impaciencia era más fuerte. Armó casas, fue al patio, jugó con barro y en la bici, cosas que le hubiesen llevado día, las hizo en menos de media tarde, pero cuando escuchó el auto de su mamá, salió corriendo a buscarla para mostrarle lo que había hecho y también para que lo oliera, a ver si le gustaba el olor de no una, sino cuatro nuevas magdalenas, porque desde que había muerto Magui, el horno ya no desprendía esos olores que les alegraban a todos el semblante.
Ingredientes
3 claras
65 g. de azúcar
50 cc. de aceite de girasol
4 yemas
60 g. de harina
1 cdita. de polvo para hornear
cantidad necesaria de esencia de vainilla
1 limón rayado
1)Batir las claras a punto nieve y agregar poco a poco el azúcar.
2)Incorporar una por una las yemas.
3)Agregar en forma envolvente el aceite, la vainilla y la rayadura de limón.
4)A parte, tamizar la harina con el polvo para hornear y agregar a la mezcla anterior. Debe quedar una ,asa semi líquida.
5)Colocar en una manga con boquilla lisa.
6)Llenar los pirotines o el molde siliconado. Cocinar a 190 ºC durante 12-15 minutos.
Así se hacen las Magdalenas, entonces.
Marcos le puso todas las ganas del mundo, puso un banquito para agarrar los huevos de la parte alta de la heladera, los separó como le había enseñado su abuela, con la cáscara, clara en un vaso, llema en otro, buscó en el cajón su cucharita, la que usaba para comer postrecitos y puré de manzanas cuando era más chico, echó un poco de harina, lo que salió cuando le dio un golpecito para que cayera sobre el bowl que más redondo le pareció, y lo mezcló todo con un tenedor. Se acordó más tarde de los otros ingredientes, porque hacía poco que había aprendido a leer y le había costado desifrar algunas de las palabras palabras que aparecían ahí en frente.
Puso la misma cantidad de azúcar que usaba en la leche y una vainilla trizada, porque era lo que le parecía correcto. El limón fue lo que más le costó, pero después recordó que tenía jugo de limón en botella y lo agregó también. Siguió mezclando, un poco con el tenedor y otro poco con las manos, hasta que le pareció mezcla para tortas y pudo sacar la lengua de entre los dientes.
No sabía donde poner la mezcla, pero lo resolvió rápido, se comió dos postrecitos, tiró otros dos y usó los cuatro potes como moldes.
Una vez listo todo, se tomó un segundo para admirar su obra. Pasada esa exquisita fracción de tiempo, metió las magdalenas en el horno y pensó que, por esta vez, cuatro serían suficientes.
Se fue a jugar un rato, pero la edad de la impaciencia era más fuerte. Armó casas, fue al patio, jugó con barro y en la bici, cosas que le hubiesen llevado día, las hizo en menos de media tarde, pero cuando escuchó el auto de su mamá, salió corriendo a buscarla para mostrarle lo que había hecho y también para que lo oliera, a ver si le gustaba el olor de no una, sino cuatro nuevas magdalenas, porque desde que había muerto Magui, el horno ya no desprendía esos olores que les alegraban a todos el semblante.
Domingo
Cena de domingo por la noche, siempre igual. Las peores horas de la semana, todas juntas en una sola noche en las que la fatiga y las ganas de morir mataban todo proyecto futuro.
Esa noche, aunque de elecciones, era igual a todas. Todo el día queriendo hacer algo, algo distinto, pero al final no se animaba, a ver si no le daba el tiempo por esa hibridez deforme que tienen los domingos, con sus días weekend y sus noche de semana.
Sentados, en una punta y la otra de la mesa, comiendo y escuchando el sonido del reloj-corazón delator que les decía que estaban comiendo a las ocho. Si, a las ocho, gente grande comiendo a las ocho un fin de semana, o día de semana, no se sabe bien.
Los cubiertos no rechinaban contra el plato porque éste era de plástico, plástico blanco con flores, y bebían vino de caja en vasos marrones.
Comer y no charlar, esa era la rutina: pero ese día se sabrían los resultados de las elecciones, eso era algo de que hablar. Pero no, en la mesa no se habla, en la casa no se habla, desde que estaban casados que no se hablaba.
Vivían cerca del lugar de festejo del ganador, a unas calles. Eran las ocho y ya festejaban, pero sin comer, claro.
Clara comía de a pedacitos chiquitos y se imaginaba mientras tanto cuarenta y ocho formas de aniquilar a su marido, pero como había perfeccionado tanto la técnica necesitó, esta vez, pensar diez formas con la mano derecha, diez con la izquierda y veintidós con ambas.
El discurso se filtraba por las ventanas.
"y estoy muy agradecido de todo lo que..."
Y así Clara llegó a la número cuarenta y ocho y fue por lo obvio: levantarse rápido y clavarle un tenedor cerca de la epiglotis y otro en la yugular. Era básico, pero tan simple que daba gusto.
"y yo y mis compañeros les..."
Qué bueno era volver a lo básico, daba un confort pocas veces superado.
"porque nosotros sabemos lo que el pueblo necesita"
Y él se merecía lo básico, nada más. Esa camisa mediocre de cuadritos, abultada por la panza y manchada con agua y queseyó, con botones horrendos y un cartoncito en el bolsillo. Ah, y a no olvidar el peinado, tan sucio y desprolijo, asquerosamente mundano.
"nosotros queremos gobernar como lo que somos, gente honesta"
Tan miserable había sido su vida con él, tan aburrida e insulsa. Pensar en matarlo era su única diversión. POdía comer con una sonrisa esa comida barata que no había problema, él ni cuenta se daba.
"porque nosotros sabemos que ustedes son gente buena"
Y la educación insuficiente que le había dado a sus hijos.
"gente altruista"
Y cómo trataba a sus hermanos.
"gente emprendedora"
Y las pocas ganas de superarse, o de dejarla a ella superarse, y sus controles constantes y sus descuidos.
"en fin, gente bien"
y encima ella lo quería.
"vamos a trabajar, todos juntos"
Y el tenedor en la epiglotis, y el cuchillo en la yugular.
"para un futuro mejor"
Para un futuro mejor, así nomás, sin tanto esfuerzo.
Esa noche, aunque de elecciones, era igual a todas. Todo el día queriendo hacer algo, algo distinto, pero al final no se animaba, a ver si no le daba el tiempo por esa hibridez deforme que tienen los domingos, con sus días weekend y sus noche de semana.
Sentados, en una punta y la otra de la mesa, comiendo y escuchando el sonido del reloj-corazón delator que les decía que estaban comiendo a las ocho. Si, a las ocho, gente grande comiendo a las ocho un fin de semana, o día de semana, no se sabe bien.
Los cubiertos no rechinaban contra el plato porque éste era de plástico, plástico blanco con flores, y bebían vino de caja en vasos marrones.
Comer y no charlar, esa era la rutina: pero ese día se sabrían los resultados de las elecciones, eso era algo de que hablar. Pero no, en la mesa no se habla, en la casa no se habla, desde que estaban casados que no se hablaba.
Vivían cerca del lugar de festejo del ganador, a unas calles. Eran las ocho y ya festejaban, pero sin comer, claro.
Clara comía de a pedacitos chiquitos y se imaginaba mientras tanto cuarenta y ocho formas de aniquilar a su marido, pero como había perfeccionado tanto la técnica necesitó, esta vez, pensar diez formas con la mano derecha, diez con la izquierda y veintidós con ambas.
El discurso se filtraba por las ventanas.
"y estoy muy agradecido de todo lo que..."
Y así Clara llegó a la número cuarenta y ocho y fue por lo obvio: levantarse rápido y clavarle un tenedor cerca de la epiglotis y otro en la yugular. Era básico, pero tan simple que daba gusto.
"y yo y mis compañeros les..."
Qué bueno era volver a lo básico, daba un confort pocas veces superado.
"porque nosotros sabemos lo que el pueblo necesita"
Y él se merecía lo básico, nada más. Esa camisa mediocre de cuadritos, abultada por la panza y manchada con agua y queseyó, con botones horrendos y un cartoncito en el bolsillo. Ah, y a no olvidar el peinado, tan sucio y desprolijo, asquerosamente mundano.
"nosotros queremos gobernar como lo que somos, gente honesta"
Tan miserable había sido su vida con él, tan aburrida e insulsa. Pensar en matarlo era su única diversión. POdía comer con una sonrisa esa comida barata que no había problema, él ni cuenta se daba.
"porque nosotros sabemos que ustedes son gente buena"
Y la educación insuficiente que le había dado a sus hijos.
"gente altruista"
Y cómo trataba a sus hermanos.
"gente emprendedora"
Y las pocas ganas de superarse, o de dejarla a ella superarse, y sus controles constantes y sus descuidos.
"en fin, gente bien"
y encima ella lo quería.
"vamos a trabajar, todos juntos"
Y el tenedor en la epiglotis, y el cuchillo en la yugular.
"para un futuro mejor"
Para un futuro mejor, así nomás, sin tanto esfuerzo.
lunes, 7 de enero de 2008
Charlas
Había estado charlando un buen rato, como hacía mucho no charlaban. Charlaban de esa chica que él tanto quería, de lo que era, lo que es y lo que podía llegar a ser. Trataron el tema por arriba y por abajo, frenados de vez en cuando por alguno que venía a escucharlos, alguno y entre elos él, con su sombra negra que venía a perturbar la paz y revolver el estómago.
Le contó mucjas cosas, reales e imaginarias, le dijo lo que esperaba para el futuro lejos que les esperaba, le contó todo y le agradeció, pues su punto de vista de mujer era distinto al de los chicos.
Al final y de sopetón llego el tan temido "ahora vos contame algo". Se le infló algo en la panza, pero no se pudo desinflar coando le respondió "no se que te puedo contar...qué se yo". Era una mentira tan obvia, sobre todo para él que no sospechaba, sabía. "ya sé que me podés conta" le dijo cómplice pobre, sin darse cuenta de la herida que estaba abriendo. Se apartaron más, porque esto si era un secreto, y de los mejor guardados.
La sombra aparecía a cada rato, en versiones peores porque ahora parecía que lo estaban invocando. hablaron un poco del tema, de como ella exageraba, de las cosas que pasaban y ´de las que no iban a pasar.
Pero en eso apareció la sombra y se hizo escuchar. Quería saber de inmediato de qué estaban hablando. "Hablamos de vos" le contestó ella, y para qué. Se empecinó en decir que no era verdad, que si no le querían decir que no le dijeran, pero que no le mintieran así.
"hablamos de vos porque estoy enamorada". Le clavó los ojos hasta la nuca, y primero se le transformó el semblante, pero luego siguió despotricando sobre aquellas mentiras que si son verdad. Y ella no aguantó más y se fue corriendo al baño, a clavarse ese alfilercito de gancho en la garganta, a ver si de vez en cuando se podía callar.
Le contó mucjas cosas, reales e imaginarias, le dijo lo que esperaba para el futuro lejos que les esperaba, le contó todo y le agradeció, pues su punto de vista de mujer era distinto al de los chicos.
Al final y de sopetón llego el tan temido "ahora vos contame algo". Se le infló algo en la panza, pero no se pudo desinflar coando le respondió "no se que te puedo contar...qué se yo". Era una mentira tan obvia, sobre todo para él que no sospechaba, sabía. "ya sé que me podés conta" le dijo cómplice pobre, sin darse cuenta de la herida que estaba abriendo. Se apartaron más, porque esto si era un secreto, y de los mejor guardados.
La sombra aparecía a cada rato, en versiones peores porque ahora parecía que lo estaban invocando. hablaron un poco del tema, de como ella exageraba, de las cosas que pasaban y ´de las que no iban a pasar.
Pero en eso apareció la sombra y se hizo escuchar. Quería saber de inmediato de qué estaban hablando. "Hablamos de vos" le contestó ella, y para qué. Se empecinó en decir que no era verdad, que si no le querían decir que no le dijeran, pero que no le mintieran así.
"hablamos de vos porque estoy enamorada". Le clavó los ojos hasta la nuca, y primero se le transformó el semblante, pero luego siguió despotricando sobre aquellas mentiras que si son verdad. Y ella no aguantó más y se fue corriendo al baño, a clavarse ese alfilercito de gancho en la garganta, a ver si de vez en cuando se podía callar.
Para leer en voz alta, el personaje queda a consideración de cada uno
Pero qué barbaro, ¡Cómo le duele la panza a la chica!
Y... es una chica, les duele la panza.
Si pero, ¡Fijate como le duele la panza!
Si, la verdad que tenés razón, ¡Cómo le duele!
En mi cuarto, Dalí me mira mientras me cambio.
Y... es una chica, les duele la panza.
Si pero, ¡Fijate como le duele la panza!
Si, la verdad que tenés razón, ¡Cómo le duele!
En mi cuarto, Dalí me mira mientras me cambio.
Quiosco bon o bon
Abrió la puerta del quiosco, blanca era la puerta, y con campanita.
Había otra chica ahí parada, así que esperó un rato entre tantos, taantos caramelos...
Apareció un chico con un Hola! gigantesco pero tímido, que la miraba con los ojos bien abiertos.
!hola, si quiero un..." ¿un qué? tanta variedad, había tanto para elegir que pensaba y pensaba, mirando los papelitos de colores.
"Tengo que elegir ya" pensó, pero con pensarlo no bastaba, había que hacerlo.
Pensó que su cerebro ya resolvería algo, pero el cerebro no estaba eligiendo nada de nada.
La mente en blanco, estaba pasando el tiempo.
Nada.
Elegí algo! no es tan difícil, pensá!
"eh... dame un..." y es allí cuando llega lo que elige siempre: "dame un alfajor bon o bon triple".
Estaba rico, por supuesto, pero tenía ese nosequé de la comida rutinaria.
Igual, cansado el cerebro, los alfajores, aunque rutinarios, son ricos.
Había otra chica ahí parada, así que esperó un rato entre tantos, taantos caramelos...
Apareció un chico con un Hola! gigantesco pero tímido, que la miraba con los ojos bien abiertos.
!hola, si quiero un..." ¿un qué? tanta variedad, había tanto para elegir que pensaba y pensaba, mirando los papelitos de colores.
"Tengo que elegir ya" pensó, pero con pensarlo no bastaba, había que hacerlo.
Pensó que su cerebro ya resolvería algo, pero el cerebro no estaba eligiendo nada de nada.
La mente en blanco, estaba pasando el tiempo.
Nada.
Elegí algo! no es tan difícil, pensá!
"eh... dame un..." y es allí cuando llega lo que elige siempre: "dame un alfajor bon o bon triple".
Estaba rico, por supuesto, pero tenía ese nosequé de la comida rutinaria.
Igual, cansado el cerebro, los alfajores, aunque rutinarios, son ricos.
Artificial
Estaba tirada en la cama boca arriva, escuchando nada más que el sonido que hacía el tubo fluorescente de luz. Sentía el contacto con las sábanas, su propia ropa tocándole la piel y el brillo agresivo de la luz blanca en sus ojos. Y tan inmersa estaba meditando con luz artificial en plena primavera que ni sintió cuando una bola de metal llena de pinches calló sobre su cabeza. Totalmente hilarante pensaron todos menos ella, porque no tuvo tiempo ni de pensarlo.
Automovil
La verdad que los autos son algo increible. Vos estás ahí, sentada en el asiento de atrás y te rodean unas paredes cuadradas, Es como estar mirando la tele en sillones pero de manera que no puedas ver.
Y de repente algo pasa afuera, todo se mueve y a tus costados ves pasar cosas como flotando. A delante ves algo que siempre buscás y nunca llega, a veces creés que estás en una cinta caminadora. Atrás va apareciendo una serie de rayas blancas en esa cosa negra que sale, y si te fijás bien a tu izquierda puede ser de noche, pero a tu derecha es de día.
La casa de sillones está toda cubierta de música y la gente puede hablar sin mirarse y no ser grosera, mientras de vez en cuand se caen unos sobre otros.
En el auto no te podés parar pero podés abrir la ventana con una manija y ver como todo se mueve afuera. Algo que me parece muy loco de los autos es que siempre, pero suempre, se siente el viento.
Y de repente algo pasa afuera, todo se mueve y a tus costados ves pasar cosas como flotando. A delante ves algo que siempre buscás y nunca llega, a veces creés que estás en una cinta caminadora. Atrás va apareciendo una serie de rayas blancas en esa cosa negra que sale, y si te fijás bien a tu izquierda puede ser de noche, pero a tu derecha es de día.
La casa de sillones está toda cubierta de música y la gente puede hablar sin mirarse y no ser grosera, mientras de vez en cuand se caen unos sobre otros.
En el auto no te podés parar pero podés abrir la ventana con una manija y ver como todo se mueve afuera. Algo que me parece muy loco de los autos es que siempre, pero suempre, se siente el viento.
Poema poético
El agua tornasolada brilla
bajo la luz del crepúsculo azul
que me llena el alma d ecanciones
de cuna venidas de mi tierra
azul como tus ojos
gotas de agua que humedecen
mis cabellos y mis manos
la lenta agonía de crecer entre camelias
con olor a dulces duraznos en almibar
dulces como tus manos
y las nubes de algodón
y el rocío de tus pupilas
como rocío fresco de mañana
y conejitos de algodón de azucar
que se comen este poema de mierda.
bajo la luz del crepúsculo azul
que me llena el alma d ecanciones
de cuna venidas de mi tierra
azul como tus ojos
gotas de agua que humedecen
mis cabellos y mis manos
la lenta agonía de crecer entre camelias
con olor a dulces duraznos en almibar
dulces como tus manos
y las nubes de algodón
y el rocío de tus pupilas
como rocío fresco de mañana
y conejitos de algodón de azucar
que se comen este poema de mierda.
Infla ego
sos hermoso, sos precioso, sos tan fuerte, tan capaz, sos tan perspicaz tan suspicaz la verdad que sos todo lo que termina en az hasta rapaz. Sos tan inteligente la verdad no puedo creer que un ser así exista tanto equilibrio tanta harmonía, tanta magnanimidad junta no existe, no es concebible.
Tocás tan bien el piano, el trombón, el xilofón, la tuba la pandereta, el oboe, cantás tan bien y tus malabares son una cosa de no creer, casi como la forma en la que jugás al futbol que es tan sublime, o cómo jugás al waterpolo, a las damas chinas, al ta te ti y a tirar dardos. Te vestís mejor que Iván de Pineda, tenés tanto estilo sos tan original, tu ropa entera es una obra de arte, así como tus cuadros, tus pinturas tus fotos, tus escritos desopilantes y tu actuación ni te cuento, podrías ser Segismundo, Rosaura y Clarín todo junto, y más, mientras hacés ejercicios de matemática, calculás intensidades y hacés ecuaciones redox, todo escuchando buena música y caminado con ese paso tan especial, la verdad sos una persona increible con tus chistes y tus comentarios tan ocurrentes, persona tan hilarante como vos en este mundo en realidad no hay.
No hay cosa que hagas mal, de amante sos el mejor, un amigo sin par y como persona la verdad que no creo que haya en el mundo alguien que merezca morir como vos.
Tocás tan bien el piano, el trombón, el xilofón, la tuba la pandereta, el oboe, cantás tan bien y tus malabares son una cosa de no creer, casi como la forma en la que jugás al futbol que es tan sublime, o cómo jugás al waterpolo, a las damas chinas, al ta te ti y a tirar dardos. Te vestís mejor que Iván de Pineda, tenés tanto estilo sos tan original, tu ropa entera es una obra de arte, así como tus cuadros, tus pinturas tus fotos, tus escritos desopilantes y tu actuación ni te cuento, podrías ser Segismundo, Rosaura y Clarín todo junto, y más, mientras hacés ejercicios de matemática, calculás intensidades y hacés ecuaciones redox, todo escuchando buena música y caminado con ese paso tan especial, la verdad sos una persona increible con tus chistes y tus comentarios tan ocurrentes, persona tan hilarante como vos en este mundo en realidad no hay.
No hay cosa que hagas mal, de amante sos el mejor, un amigo sin par y como persona la verdad que no creo que haya en el mundo alguien que merezca morir como vos.
Leon
Se fue a secar el pelo al baño y escuchó lo que parecía ser el rugido de un león. Pensó que debía ser el agua llenando la bañera y siguió secándose, pero cuando se acercó vio que efectivamente era un león que la miraba un poco indignado.
Por algunos segundo pensó en qué grosera estaba siendo al interrumpir así un baño, pero después se acordó de que era su baño.
Y de patitas a la calle.
Por algunos segundo pensó en qué grosera estaba siendo al interrumpir así un baño, pero después se acordó de que era su baño.
Y de patitas a la calle.
Camioneta
Asiento. Papá enciende la camioneta. Vista fija, se subió a la camioneta y se quedó inmóvil, el cuello doblado y la vista fija en un lugar perdido. Padre encendió entonces la camioneta y se estremeció por la fuerza del motor, motor tractor de la camioneta tractor. La mente estaba fija pero la mente vagaba, pasado mañana...
Padre apretó en embriague y puso reversa. El motor hacía ruido, tuc-tuc-tuc-tuc-tuc y el ruido no la dejaba pensar, y eso era bueno y era malo.
Papá pisó el acelerador y retrocedió lentamente. Era bueno tirando a malo. No podía pensar, no podía cambiar la vista o escuchar, no podía nada.
Pasaron por la tranquera y padre comenzó a doblar. Era malo. El ruido la desquisiaba ya, tuc-tuc-tuc-tuc-tuc. Era insoportable, insufrible, le perforaba el tímpano y hasta le afectaba el equilibrio, no podía más.
Padre frenó y puso primera, ya habían salido. El ruido llegaba a los ojos, ya no podía pensar ni en pensar. No paraba
Tuc-tuc
tuc
tuc
tuccc
-----------------------------
Padre apretó en embriague y puso reversa. El motor hacía ruido, tuc-tuc-tuc-tuc-tuc y el ruido no la dejaba pensar, y eso era bueno y era malo.
Papá pisó el acelerador y retrocedió lentamente. Era bueno tirando a malo. No podía pensar, no podía cambiar la vista o escuchar, no podía nada.
Pasaron por la tranquera y padre comenzó a doblar. Era malo. El ruido la desquisiaba ya, tuc-tuc-tuc-tuc-tuc. Era insoportable, insufrible, le perforaba el tímpano y hasta le afectaba el equilibrio, no podía más.
Padre frenó y puso primera, ya habían salido. El ruido llegaba a los ojos, ya no podía pensar ni en pensar. No paraba
Tuc-tuc
tuc
tuc
tuccc
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Potencia
P=l/t
Potencia igual trabajo sobre tiempo.
Potencia igual fuerza por distancia sobre tiempo.
Fuerza sostenida por largas distancias en el menor tiempo posible, en lo posible.
Si se tarda mucho, es menor la potencia
Mayor la impotencia
impotencia
se pudre dentro
como una manzana caida al sol
te quema las entrañas y deja todo chamuscado
con pedazitos de papel de dieario, como los asados
que flotan por ahí como los puntitos que se filtran con la luz
y te queman la garganta
como la impotencia roja
que te mata y te sulfura.
Falta fuerza y distancia
Sobra tiempo.
Potencia igual trabajo sobre tiempo.
Potencia igual fuerza por distancia sobre tiempo.
Fuerza sostenida por largas distancias en el menor tiempo posible, en lo posible.
Si se tarda mucho, es menor la potencia
Mayor la impotencia
impotencia
se pudre dentro
como una manzana caida al sol
te quema las entrañas y deja todo chamuscado
con pedazitos de papel de dieario, como los asados
que flotan por ahí como los puntitos que se filtran con la luz
y te queman la garganta
como la impotencia roja
que te mata y te sulfura.
Falta fuerza y distancia
Sobra tiempo.
Platos playos
Que odio, lavar los platos. Todas esas texturas viscosas que casi siempre tenés que tocar con los dedos, y esos líquidos oleaginosos que se quedan en la ropa, todo junto se concentra en la esponja formando una espuma blancamarrón que sólo se aleja con el agua hirviendo que te quema la piel. Y todo eso por ser la oveja negra de la familia, las torres de platos se acumulan, la pileta se tapa y los fluidos comienzan a infestar los antebrazos.
Y afuera está nublado, como para acompañar al mal humor en ese día en el que justo comieron pollo y su hermano le agregó mayonesa, ¡Mayonesa!.
Los platos viscosos la incitaban a pensar, pensar cosas que no quería pero no podía reprimir, pensar pensamientos laberínticos que se enroscaban en si mismos y se enredaban, como las cadenitas con pequeños eslabones que son tan difíciles de desenredar.
Y mientras pensaba el agua marrónviscosa le llegaba a los codos y los platos llegaban hasta el techo, todo mezclado con pensamientos enroscados e imágenes en cuadro que chocaban contra las cosas.
Estaba metida hasta los hombros en la pileta y los platos se enroscaban con pensamientos viscosos, las imágenes seguían en cuadro sólo que más grandes, hasta que una chocó contra los platos y todo, todo se vino abajo, viscosidad, aceite, laberintos, cuadros, aguaespuma y día nublado, que no es poca cosa si se lo tiene sobre los hombros. Y así se formó una masa de mayonesa, aceite, agua, platos, pelos, sangre y tripas revueltos, y así nunca más la mandaron a lavar nada, no sólo por haber muerto sino también porque la cocina había quedado desastrosa.
Asco.
Y afuera está nublado, como para acompañar al mal humor en ese día en el que justo comieron pollo y su hermano le agregó mayonesa, ¡Mayonesa!.
Los platos viscosos la incitaban a pensar, pensar cosas que no quería pero no podía reprimir, pensar pensamientos laberínticos que se enroscaban en si mismos y se enredaban, como las cadenitas con pequeños eslabones que son tan difíciles de desenredar.
Y mientras pensaba el agua marrónviscosa le llegaba a los codos y los platos llegaban hasta el techo, todo mezclado con pensamientos enroscados e imágenes en cuadro que chocaban contra las cosas.
Estaba metida hasta los hombros en la pileta y los platos se enroscaban con pensamientos viscosos, las imágenes seguían en cuadro sólo que más grandes, hasta que una chocó contra los platos y todo, todo se vino abajo, viscosidad, aceite, laberintos, cuadros, aguaespuma y día nublado, que no es poca cosa si se lo tiene sobre los hombros. Y así se formó una masa de mayonesa, aceite, agua, platos, pelos, sangre y tripas revueltos, y así nunca más la mandaron a lavar nada, no sólo por haber muerto sino también porque la cocina había quedado desastrosa.
Asco.
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