viernes, 21 de diciembre de 2007

De cuando las Lucías dejaron de ser tres.

Suena el teléfono y Lucía levanta, todo muy novelesco. Es Lucía la que llama, la abuela de Lucía.
Dice la abuela Lucía que su madre, Lucía, ha muerto esa misma mañana. Que le avisen a la madre dice, que se llama Gabriela, no Lucía.
La más joven de las Lucías pregunta a su abuela si necesita algo, que cómo está, pero son todas preguntas inútiles ante la muerte de la mayor de las homónimas, la primera, que había venido desde Italia a poblar nuestro país de personas con nombres musicales.
Corta el teléfono la ahora segunda de las tocayas y le avisa a su hermano, que por supuesto no se llama Lucía, que su bisabuela había muerto.
Nadie, pero absolutamente nadie sabe que decir en este momento, sobre todo si está la televisión prendida.
De a poco de va haciendo a la idea el hermano de Lucía, de que su bisabuela no estará más en Buenos Aires donde vivía la mayor parte de las nombradas. A Lucía tal vez le costará más asimilarlo, a ambas Lucías, que cambiaron el orden, perdieron a la primera y más antigua de todas.
El hermano de Lucía continúa viendo la tele, y lo digiere a su manera, pero Lucía no sabe muy bien que hacer ante este cambio. Nunca se sabe muy bien que hacer en estos momentos para no parecer insensible, sobre todo esta vez en particular, con el peso de la especia repartido en menos hombros.
Lucía todavía no derramó ni una sola lágrima, pero tal vez lo haga una vez que termine de escribir tantas tildes.O tal vez muentras tenga que escribir Luu.04 para registrarse en Mercado Libre, mientras de abajo se escucha un "chicos comemos", y los gritos de la hermana de Lucía, que aun ignora que desde esta mañana, las lucías dejaron de ser tres.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Primer día (segunda parte)

Se levantó como aturdido, miraba las paredes iluminadas y ya no entendía nada. Todo lo anterior había sido un sueño y se escurría, como siempre, al encender la mugrienta luz artificial.
Pero recordó que estaba contento y ansioso, si, porque todo eso pasara. Las luces, los gritos, todo era buena señal. Vió el guardapolvos acomodado en la silla y terminó de caer en la cuenta, era de nuevo el primer día.
La escuela tiene esa cosa, en la que existe un primer día, pero no es el único. Hay por lo menso doce primeros días, una docena de primeros días de clases todos distintos y todos iguales, de primero al último y del último al primero.
Se cambió rápido, la luz ya le había llegado al cerebro y comenzaba a acomodarle las ideas. Primero el pantalón, después la remera, las medias, los zapatos y por último a desayunar, el guardapolvos venía después, para no ensuciarse.
Se lavó la cara y las manos, su mamá nunca le había pedido estas precauciones, pero él las tenía bien claras. Su mamá estaba ahi en la cocina, tomando un buen libro con su café.
Él se hizo solo el desayuno, no quería ayuda, ya era grande. Tan grande que podía leer el título del ejemplar de "sobre héroes y tumbas" que leia su mamá. Sabía que no podría saber nunca con certeza de que se trataba, pero podía entender cosas complejas como que lo héroes no eran como él los imaginaba.
Su desayuno fue bueno, bueno y silencioso por supuesto, suficiente como para llegar a la parte del guardapolvos en paz.
Él arregló sus cosas y su mamá las de ella, todo en silencio y sin roce. Cerraron la puerta uno al lado del otro y la miraron. No les alegraba verla, pero tampoco era una calamidad.
Caminar de la mano a veces podía ser tan incómodo... pero era necesario, una convención que todos debían respetar. El camino terminó en poco tiempo, pero en tiempo lento, más lento que todos los tiempos juntos.
Odiaba los diálogos por ser tan antinaturales, esa era una de las cosas de adultos que solía pensar. Pero su madre le dio a entender, de una forma u otra, que sabía lo que el día significaba para él, eso, y así pudieron soltarse las manos e irse, chau mamá, chau hijo, hasta nunca, hasta hoy a la tarde.
El problema con los diálogos era engañoso, no era que los odiaba por falsos, el problema era no poder confesar, ni siquiera con su tono de voz, que había estado pensando en otra. Pensar en una nueva seño era algo que lo ahogaba.

sábado, 15 de diciembre de 2007

Primer día (primeras horas)

Se levantó por lo menos tres horas antes. Le parecía haber dormido una eternidad, pero la oscuridad le decía que todavía no eran ni las ocho. Hubiera preferido morir a vivir en vela esos últimos minutos, pero no lo sabía aún porque era muy chico y no sabía que no era solo matar, también se podía morir.
Dio vueltas en la cama, pero a cada rato lo invadían sombras del año anterior. Durante 7 años odió su ama, odió sus vueltas, odió todos sus recovecos. La odiaba al acostarse y la seguía odiando al despertarse, pero había días en los que llegar a ella era su única razón de ser. Casi como un domingo.
Se perdió entre imágenes hasta que la luz de día atravezó las persianas, dibujando elipses en la pared. Sabía que debía quedarse esperando, mirando los puntitos que flotaban en los lugares que tocaba la luz, sólo en los que tocaba la luz. Sabía también que si intentaba tocarlos, o hacerlos mover en otra dirección le resultaría imposible, los puntitos estaban pegados a la luz como los pelos a la cabeza. Llegó a pensr que era la luz la que se movía, y los puntitos con ella, pero para ese entonces resolvió, siempre en la cama, que le había dedicado demasiado tiempo a la cuestión.
Apoyó la cabeza en la almohada y la giró hacia un lado. La pared estaba vacía, su mamá no se había levantado aun y deseaba que el tiempo pasara más rápido, pero estaba seguro de que el tiempo, a esas horas, pasaba siempre más lento.
Se aburría y creia escuchar el sonido de la ducha, se aburria de todo lo anterior con su aburrimiento tal vez comparable a la tarea de escribir su aburrido aburrimiento, o aún más, de leerlo.
Durante mucho tiempo estuvo con la mente en blanco, llenando el vacío con el sonido del reloj de la cocina. Estaba casi en transe,escuchó un ruido pero no le hizo caso, eran tan cómodo no pensra en nada una vez.
Escuchó otro ruido, y otro, cada vez más fuerte. Se prendieron las luces, todas de golpe y sin piedad. Era su madre, que venía a despertarlo al fin.

domingo, 9 de diciembre de 2007

noche

sombras negras en los ojos
pastoso
fideos de sopa duros pegados en el fondo del cucharón
y pensar, mientras lo labás
que la pasaste mal y no sabés por qué
que la pasaste bien y no sabés por que
que estuviste triste media noche
que estuviste alegre media noche
que no estuviste la noche entera
ni estás ahora
ni vas a estar después.