martes, 8 de enero de 2008

Domingo

Cena de domingo por la noche, siempre igual. Las peores horas de la semana, todas juntas en una sola noche en las que la fatiga y las ganas de morir mataban todo proyecto futuro.
Esa noche, aunque de elecciones, era igual a todas. Todo el día queriendo hacer algo, algo distinto, pero al final no se animaba, a ver si no le daba el tiempo por esa hibridez deforme que tienen los domingos, con sus días weekend y sus noche de semana.
Sentados, en una punta y la otra de la mesa, comiendo y escuchando el sonido del reloj-corazón delator que les decía que estaban comiendo a las ocho. Si, a las ocho, gente grande comiendo a las ocho un fin de semana, o día de semana, no se sabe bien.
Los cubiertos no rechinaban contra el plato porque éste era de plástico, plástico blanco con flores, y bebían vino de caja en vasos marrones.
Comer y no charlar, esa era la rutina: pero ese día se sabrían los resultados de las elecciones, eso era algo de que hablar. Pero no, en la mesa no se habla, en la casa no se habla, desde que estaban casados que no se hablaba.
Vivían cerca del lugar de festejo del ganador, a unas calles. Eran las ocho y ya festejaban, pero sin comer, claro.
Clara comía de a pedacitos chiquitos y se imaginaba mientras tanto cuarenta y ocho formas de aniquilar a su marido, pero como había perfeccionado tanto la técnica necesitó, esta vez, pensar diez formas con la mano derecha, diez con la izquierda y veintidós con ambas.
El discurso se filtraba por las ventanas.
"y estoy muy agradecido de todo lo que..."
Y así Clara llegó a la número cuarenta y ocho y fue por lo obvio: levantarse rápido y clavarle un tenedor cerca de la epiglotis y otro en la yugular. Era básico, pero tan simple que daba gusto.
"y yo y mis compañeros les..."
Qué bueno era volver a lo básico, daba un confort pocas veces superado.
"porque nosotros sabemos lo que el pueblo necesita"
Y él se merecía lo básico, nada más. Esa camisa mediocre de cuadritos, abultada por la panza y manchada con agua y queseyó, con botones horrendos y un cartoncito en el bolsillo. Ah, y a no olvidar el peinado, tan sucio y desprolijo, asquerosamente mundano.
"nosotros queremos gobernar como lo que somos, gente honesta"
Tan miserable había sido su vida con él, tan aburrida e insulsa. Pensar en matarlo era su única diversión. POdía comer con una sonrisa esa comida barata que no había problema, él ni cuenta se daba.
"porque nosotros sabemos que ustedes son gente buena"
Y la educación insuficiente que le había dado a sus hijos.
"gente altruista"
Y cómo trataba a sus hermanos.
"gente emprendedora"
Y las pocas ganas de superarse, o de dejarla a ella superarse, y sus controles constantes y sus descuidos.
"en fin, gente bien"
y encima ella lo quería.
"vamos a trabajar, todos juntos"
Y el tenedor en la epiglotis, y el cuchillo en la yugular.
"para un futuro mejor"
Para un futuro mejor, así nomás, sin tanto esfuerzo.

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