martes, 8 de enero de 2008

Magdalenas

Magdalenas
Ingredientes
3 claras
65 g. de azúcar
50 cc. de aceite de girasol
4 yemas
60 g. de harina
1 cdita. de polvo para hornear
cantidad necesaria de esencia de vainilla
1 limón rayado

1)Batir las claras a punto nieve y agregar poco a poco el azúcar.
2)Incorporar una por una las yemas.
3)Agregar en forma envolvente el aceite, la vainilla y la rayadura de limón.
4)A parte, tamizar la harina con el polvo para hornear y agregar a la mezcla anterior. Debe quedar una ,asa semi líquida.
5)Colocar en una manga con boquilla lisa.
6)Llenar los pirotines o el molde siliconado. Cocinar a 190 ºC durante 12-15 minutos.

Así se hacen las Magdalenas, entonces.
Marcos le puso todas las ganas del mundo, puso un banquito para agarrar los huevos de la parte alta de la heladera, los separó como le había enseñado su abuela, con la cáscara, clara en un vaso, llema en otro, buscó en el cajón su cucharita, la que usaba para comer postrecitos y puré de manzanas cuando era más chico, echó un poco de harina, lo que salió cuando le dio un golpecito para que cayera sobre el bowl que más redondo le pareció, y lo mezcló todo con un tenedor. Se acordó más tarde de los otros ingredientes, porque hacía poco que había aprendido a leer y le había costado desifrar algunas de las palabras palabras que aparecían ahí en frente.
Puso la misma cantidad de azúcar que usaba en la leche y una vainilla trizada, porque era lo que le parecía correcto. El limón fue lo que más le costó, pero después recordó que tenía jugo de limón en botella y lo agregó también. Siguió mezclando, un poco con el tenedor y otro poco con las manos, hasta que le pareció mezcla para tortas y pudo sacar la lengua de entre los dientes.
No sabía donde poner la mezcla, pero lo resolvió rápido, se comió dos postrecitos, tiró otros dos y usó los cuatro potes como moldes.
Una vez listo todo, se tomó un segundo para admirar su obra. Pasada esa exquisita fracción de tiempo, metió las magdalenas en el horno y pensó que, por esta vez, cuatro serían suficientes.
Se fue a jugar un rato, pero la edad de la impaciencia era más fuerte. Armó casas, fue al patio, jugó con barro y en la bici, cosas que le hubiesen llevado día, las hizo en menos de media tarde, pero cuando escuchó el auto de su mamá, salió corriendo a buscarla para mostrarle lo que había hecho y también para que lo oliera, a ver si le gustaba el olor de no una, sino cuatro nuevas magdalenas, porque desde que había muerto Magui, el horno ya no desprendía esos olores que les alegraban a todos el semblante.

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