miércoles, 13 de febrero de 2008

Lugar común, la peluquería

¿Por qué la aguja en el pajar? ¿Qué tiene que ver con una peluquería? ¿Y qué pasa que ahora hablamos de peluquerías acá? A muchas preguntas, la respuesta es simple. Cuando alguien dice “obra de arte”, tiende a asociarlo con una pintura, una escultura o cualquier otra obra de las artes plásticas. Algunos pensarán en una canción, que son los menos, y a algún otro se le ocurrirá a lo sumo una película o una fotografía. Pero ¿Qué pasa cuando el arte traspasa las barreras de lo tradicional y se mete en lo cotidiano? Fácil, lo ignoramos descaradamente.
El Arte (con mayúscula) está en todas partes y en todo momento. Un artista reconocido como tal sabe esto, pero el resto de la gente no, y menos que menos sabe que ellos mismos, comunes como se ven, son capaces de crear las más bellas obras de arte. Es casual escuchar “es un artista” como si en verdad se refirieran a personas espiritualmente más elevadas, pero así como las agujas en los pajares, los artistas y sus obras no son tan difíciles de encontrar.
La peluquería tiene mala fama: es la viva imagen de la frivolidad, donde el culto a la apariencia y al chismerío conviven bajo un solo techo. Pero por mucho que se la critique, es un lugar común, hasta el más intelectual o el más metafísico tiene que pasar por ahí algunas veces por año.
Se crea o no, la peluquería es una de esas agujas perdidas, además de ser un lugar de paso obligado para todos. Entonces ¿Por qué no tener una mejor concepción de ella? Bueno, esta tarea es fácil, se encariña uno un poco más con el edificio y las personas que trabajan ahí, va más seguido, charla un rato y listo, pero ¿Se podrá reconocer como un arte?
El corte, teñido y peinado del pelo se considera un servicio por el que se paga una tarifa, pero va mucho más allá de la realización de un trabajo. Hablando con una peluquera pude esclarecer mi duda de si la peluquería es un arte o no. “Un peinado tiene colores y formas (me dijo una de las chicas que trabaja en la peluquería que visito a veces), es tridimensional como una escultura. Para hacerlo hay que aprender mucho, en la teoría y en la práctica, y sobre todo hay que saber leer la cara de la clienta. Una se comunica con ella por el espejo. Así se sabe si está quedando satisfecha, si tiene miedo o desconfianza, si le duele. Muchas son muy tímidas, no hablan y después se van desconcertadas. Nuestro trabajo es crear cosas que agraden, que hagan sentir bien. Para eso hay que cuidar hasta el último detalle, si tiene un evento, si vino de rutina o si está deprimida y quiere verse bien. Trabajamos muy exigidos, una sola vez una se casa o cumple quince años, por lo que todo tiene que estar perfecto. A demás, no sólo sobre el pelo se trabaja, hay que cuidar lo que está adentro y afuera de la cabeza. Muchas mujeres vienen deprimidas y lo primero que quieren es verse bien para sentirse bien, nosotras las ayudamos con esto”. Una señora a la que le estaban lavando la cabeza contó que cuando su marido murió, ella dejó de ir a la peluquería (iba semanalmente), pero un día se preguntó “¿Por qué no voy a ir?”. Fue, salió después de mucho tiempo de estar en su casa, y se sintió mejor, contenta y sobre todo bien consigo misma. Las puntas no se florecen solo en el pelo, también hay que cortar las puntas florecidas del alma.
Si Eric Fromm dijo que amar es un arte, salvando las distancias, ¿Por qué no lo va a ser ayudar a las personas a sentirse bien? En Trelew es así, la peluquería es un lugar de contención. La chica con la que hablé viene de Buenos Aires, y dice que allá nadie se interesaba por lo que le pasaba a las clientas. Acá es diferente, no sólo uno se ocupa de ellas sino que ellas también se ocupan de uno, te preguntan cosas, te ayudan. Entre peluqueros las relaciones son profesionales, pero con las clientas, la relación excede los límites del servicio, se crean lazos muy fuertes.
El arte y la cultura (usando mal la palabra) no son sólo para los entendidos. Usemos los términos en su justa acepción, sobre todo para cultura cuya definición fácil es todo lo que el hombre hace en sociedad. Cortar y que te corten el pelo ¿No es algo que el hombre hace en sociedad?
Si bien Einstein no se peinaba jamás, Victoria Ocampo podía pasar mucho tiempo frente al espejo. Para algunos, la peluquería puede parecer una frivolidad pero ¿No será un prejuicio un poco carente de fundamentos?
Puede que la peluquería no esté dentro de “lo que vendrá” en el arte, pero no por eso hay que desvalorizarla. Para algunos, el pelo es lo mismo que un lienzo, y no creo que haga mal de vez en cuando mimarse artísticamente y unirse al celebrado “¡muevan las cabezas!” de don Roberto Giordano.

Publicado en el suplemento ocio creativo, 2006

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