sábado, 31 de julio de 2010

Un buen trabajo

Un buen trabajo es, por ejemplo, uno en el que esperan a que tu papá se muera para echarte.

No se, se me ocurre, pero debe haber más.





Se vienen las hierbas salvajes se vienen.

lunes, 12 de julio de 2010

Anexo sobre el INCUCAI

Más allá de la anécdota ridícula, parece un disparate que los sanatorios no tengan cierta información fundamental de sus pacientes. En primer lugar, parece un disparate que existan lugares como el Sanatorio San José, pero fuera de todo lo que pasó antes, este lugar es de una inutilidad tal, que no e mantienen registros de los pacientes -terminales, porque a nadie se le iba a ocurrir decir "uy, como pero si ayer estaba diez puntos"-. Ni siquiera un teléfono. Los médicos se dedican a preservar la vida, nos dijeron. ¿Y cuantas vidas salvan unos riñones? yo creería que dos. Un registro puede parecer morboso, pero que cuesta, en la hojita donde dice Soltero, 3 hijos, sangre tipo A+, poner Donador de órganos? Estamos en un hospital, no te lo pregunta el banco cuando vas a cambiar monedas. Hace 12 años que mi papá se hizo donador de órganos, fue directo con mi documento de los 8 años, que pasa con eso, habrá un registro? La psicóloga del INCUCAI está ahí para hablar con las familias, para hablar con ellas de las vidas que pueden salvar donando los órganos de su ser querido. Yo entiendo que es difícil, yo estuve ahí, es quitar una parte de alguien... pero no los va a usar. Y al fin y al cabo es casi tan egoísta como no querer que alguien que queremos, muy dolorido, muera, para que no nos deje. Es eso mismo, es por nosotros que no queremos donar, no por ellos. El INCUCAI respeta a los familiares, habla con ellos, lleva a una profesional para asistirlos, asistirnos en el momento de la pérdida. Más allá de que se viera o no la gotita de los ojos de mi papá (al otro día no se veía), ellos hacen que el cuerpo se vea igual que antes, porque en todo este procedimiento horrible que es despedir a un ser querido, ellos son los únicos que tienen respeto hacia el cuerpo, del que antes estaba vivo, y la familia, que se está despidiendo. A mi me dio un poco de impresión, no miento, pero dos personas pueden ver con las córneas de mi papá ahora, y ellos te dicen la edad y el sexo. Los órganos pueden ser usados para cualquier persona, sin importar el sexo, con tal que sean compatibles. Pueden donarse los pulmones, el corazón, los riñones, el hígado, el páncreas, la médula, los huesos (que pueden triturarse e ir a un banco de huesos, o completos), la piel (para los niños quemados, sobre todo) y las córneas. Mi papá no podía donar más que las córneas, por el cáncer, y creo que es casi lo único que puede donarse con horas de posterioridad. Es necesario llamar al INCUCAI a tiempo, pueden donarse órganos vitales. Cuando mi papá murió, me quedó la impresión de que algo estaba mal, algo se podría haber hecho, no se. Pero esto colabora a reducir esa sensación.
A demás, la verdad, al cuerpo en el hospital, en la funeraria, en Chacarita, no lo respeta nadie. Es como una cosa, todos lo manosean, lo maltratan. Para el INCUCAI, el cuerpo de mi papá era el de alguien generoso, que un día pensó que podía ayudar a alguien después de muerto, y están agradecidos. Y también te agradecen a vos, que en un momento tan espantoso, te reconforta hacer algo.

sábado, 10 de julio de 2010

Morirse Capital

A pedido del público (morboso) de mi familia, voy a contar una historia poco feliz, que al estar tan fresca, puede ser modificada a lo largo del tiempo con total tranquilidad. Es morbosa, es negra, es horrorosa. La cambio. Porque como no podría ser de otra manera, a pesar de que todo fue horrible, me pasaron cosas graciosas. Siempre choco, siempre sale sangre, pero siempre tiene su momento hilarante.

Cuestión que es de público conocimiento la reciente muerte de mi padre. Queda fuera de estas palabras todo lo relativo al hecho, a su sentido todo. Fuera el dolor, fuera todo. Queda solo lo bizarro de la situación, digna de un Gutierrez Alea.

Muere mi padre, jueves 00.50 hs, lo sentimos mucho nos dicen. Hermano, hermana y tío, hospital en silencio, la luz del vecino de mi papá prendida. El vecino, vivo, cáncer de lengua, no puede pedir de ninguna manera "por favor apaguen la luz, no quiero ver al muerto, me quiero dormir". Las enfermeras y los médicos abandonan el barco una vez ido mi papá, el señor bien gracias. Mi hermano, en algún momento, exclama "hay que comunicarse con el INCUCAI". Mi mente no funcionaba. Vamos abajo dice alguien, bueno, vamos abajo. Abajo vamos porque nos dicen que en admisión (abajo) se encargan de todo, porque morirse requiere cierto papeleo que mi padre, claramente, no iba a tramitar. Llegamos y nos encontramos, frente a la guardia que tanto visitamos, tres pibes. Tres símil repartidores de comida, sin patines. Tomado mate, comiendo (facturas? no creo tanto nivel, pongamosle comiendo las galletitas de agua que vienen con la comida del hospital). Mi tío dice algo así como que queremos que llamen al INCUCAI. Lo más lógico, hospital, salud, muerte, donación de órganos. Nosotros no conocemos el INCUCAI, estamos los tres vivos, mi hermano y yo tenemos 18 y 20 años, no solemos tramitar extracciones de órganos.
Nadie dijo "lo qué?". Todos lo pensaron. Nos dijeron que no tenían nada, que llamáramos nosotros. Que de la cochería (cochería?) nos encargábamos nosotros. Que no tenían número, que no tenían internet. Obviamente, hambre tampocotenían. Sueño si. Que si no sabíamos si teníamos algún número nosotros. Se daba a entender: si no sabíamos si lo tenía mi papá. Ojos entrecerrados, miro a uno y le digo "y... si le preguntamos, me parece que no nos va a contestar". Media vuelta y me voy. Los otros dos me agarran, medio enojados, medio risueños, subimos. Mi tío llama a mi tía, ella busca el teléfono, él llama, difícil comunicarse. Mi papá seguía ahí, en el cuarto, la luz prendida, el señor, no parlante, al lado. Las córneas por suerte no tienen fecha de vencimiento. A mi tío le dicen que ellos se comunican con el hospital. Vamos a buscar una cochería, pasando antes por admisión. No tienen números de cocherías. capítulo uno.

Convenientemente, siempre hay una funeraria cerca de un nosocomio. Siempre hay un roto para un descocido? cuestión que hay. Nos atiende una mujer semidormida, con cara de perro. De perrito, no de perro ojeroso. Serían las dos, tres de la matina. Por poco nos pregunta "quien es el... fiambre", la mujer estaba fuera de si, ladraba despacito. Yo me voy al baño, el baño de una casa. la mujer hace café y llama a un tal Javier. Javier estaba hablando con gente. Esperamos. Llama de nuevo, que la llame al teléfono negro de la funeraria, pero al teléfono negro digo. Javier llama al teléfono negro, habla con mi tío. Mi hermano llama a mi tía para ver que queremos hacer, aparte de cremarlo. Mi tía era la que había estado hablando antes con Javier. Mi tío habla con Javier, mi hermano habla con mi tía, mi tío habla con mi hermano, mi hermano habla con mi tío, mi tía había hablado con Javier. Yo no había hablado con nadie, mi papa no podía hablar, el vecino de cuarto tampoco, la mujer revisaba los colores de los teléfonos. Pero yo me podia reír, así que eramos cuatro contra cinco, yo iba para los dos lados. Se arregla que hasta mañana la no se puede hacer nada, tiene que estar mi mamá. Estaban separados pero, por suerte, aun casados, así que vuelta para el sanatorio. capítulo dos.

Vuelta al sanatorio, el enfermero, tirado en una silla, mandando mensajitos. Cara de nada, ni siquiera de mensajitos, una cara tan de nada que era obvio que se remontaba a su nacimiento. El pasillo estaba oscuro, menos por la luz del cuarto de la pareja dispareja, o el muerto y el vivo, o lo que fuere. Por suerte volvimos y lo habían acomodado un poco, pero el señor de al lado estaba despierto, de costado, en el borde de la cama más alejado de mi papá y hecho una bolita. Yo entro, yo entraba, ya como en casa. Y entre lágrimas digo "disculpe señor, que tuvo que ver todo esto, quiere que le apague la luz" y del otro lado escucho un "nooo, por favor" en versión sin lengua ni dientes. apago y quedamos iluminados por la luz azul que rebotaba en las paredes del pasillo. Afuera, mi tío y mi hermano trataban de arreglar con el INCUCAI. Salgo y me dicen que en el sanatorio no les querían atender y habían llamado con otro teléfono, o algo así, y que iban para allá. Esto ya no lo recuerdo bien, pero sé que volví muchas veces a la habitación. Una vez, con mi hermano. El del lado que solía ser mío, yo del lado que solía ser suyo, le agarro la mano a mi papá. Alucino que me aprieta y salto mil metros. La puta madre. Sentía que respiraba, parecía dormido. Cambiamos de lugar en algún momento, yo me siento. Una botella salta. Vuelvo a saltar mil metros. Ellos andaban por ahí. Capítulo tres.

En un momento llega una psicóloga del INCUCAI. Cada vez que me preguntaban como estaba, me ahogaba en un mar de lágrimas. Viene y me pregunta. Le contesto "y...", y se come mi peor cara. Nos vamos todos al hall. Falta que llegue el médico oculista. Nos ponemos a charlar de la vida, de esto, de aquello, decir que Argentina ya estaba fuera del mundial, firmamos, viene el tipo, se van. Ya son como las 6 y media de la matina. En un momento vuelve, ya está, pero le pegan los ojos nos dice, y adentro le ponen unas pelotitas de telpopor para que no se note. la verdad que se notaba la gotita entre las pestañas. En un momento, la luz de la cama de mi papá no se podía apagar y la del baño no se podía prender. 6 horas después, el señor seguía escapando en su cama. Apagamos todo y nos vamos a casa, a dormir.

Al otro día vamos a verlo por ultima vez, ya mi mamá, mi hermana y nosotros dos. En un cuartito de techo bajo, antes de ir a la ambulancia para la cochería, un tiempito para que mi hermanita le hable, nosotros también. No voy a joder con el tema de hablarle a un muerto, yo también le hablé, a la noche, a la mañana, a la tarde. le juego al 48. No estabamos ni empezando a tocarle la cara (la verdad que cuesta), que sale un pelado grandote de una puertita chiquita y dice "bueno.. podemos cerrar? porque ahora traemos otro". Un horror. Capítulo cuatro.

A la mañana terminamos los trámites. La mujer de la funeraria describía el proceso para informarnos: "entonces, pincelamos las mediaslunas con azúcar, tomamos la fuente y la introducimos en el horno, esperamos media hora". O así sonó, por lo menos.
Vamos a la casa de mi abuela a acompañarla, todo queda cerca. Estamos ahí un rato, cuando nos estamos por ir cae una mina rubia. Entra y le dice a mi primo, "ellos quienes son?". Copado, pensamos. Mi primo dice "son los hijos...". Y ella, molesta costumbre, termina la frase: "ah, son los hijos de José Luis". Mi papá se llamaba Luis Enrique. Perdón el exabrupto. Enferma mental. Mi primo dije "Luis, sólo Luis" para zafarla, ella pasa con un ah. Ni saluda, nada. Yo largo una carcajada enorme, salgo rápido con mi hermana para el cuarto porque ya era todo muy bizarro,hacía nada, mi primita había dicho que la disculparan pero ella podía jugar tranquila porque ya no era el cuarto del tío Luis. Mucho tacto. Y mi abuela había dicho que la susodicha era monstruosamente gorda. Monstruosamente. Frente a gente ajena a la intimidad familiar, claramente. Terminamos el día conmigo despotricando contra la puta hija del amor libre, esa no la había pensado mi primo.
Estoy mezclando días, pero no importa. capítulo cinco.

En un momento nos dijeron que el 9 de julio a las 11 teníamos un responso (?) y el tema de la cremación. Nos levantamos, nos cambiamos, vamos. Mi hermanita quería comprar flores, pero no sabía cuales. La muejr nos esperaba. Elije, nos cobra otra. Esa otra dice que la tienen laburando todo el día como una negra ahí. Qué bueno que uno va a comprar flores en Cahcarita para ponerlas de centro de mesa, y por eso tiene ánimos de charlar de explotación.
Llegamos a no sabíamos donde, pero llegamos. Nos saluda la gente. Muchos nos dan sus condolencias. Más tarde mi hermano dice, entre nosotros "qué son las condolencias?", qué nos dan? son cosas, qué onda? alguien sabe qué está dando cuando dan las condolencias? por supuesto que no. Once menos diez viene uno tipejo pretendiendo empezar la ceremonia. Faltaba gente, claramente. Esperamos. Llorabamos pero hacíamos chistes. Este texto no salió de un repollo.
Entramos al "responso". Querían hacer eso porque no le habían dado la extremaunción. Mi papá era ateo, yo soy agnóstica. Sean bienvenidas las palabras del señor. En un cuarto con una mesa, que los allegados arreastren el cajón. Dice unas palabras, nos hace poner las manos en el cajón. a mi se me secan las lágrimas, me muerdo los labios. Por Dios, qué boludez. Mi mamá me agarra la mano y me la pone sobre el cajón, medio cariñosa, medio forzada. Mi hermana me hace lo mismo. Algo más dice y nos vamos a firmar los papeles. Saluda y me dice "chau linda". La ecuación vendría más o menos así: ateo+agnóstica+cura+chamullo+saraza= no se, despejen. Nos vamos en auto hasta el crematorio. Pongan las manos acá, vayan acá, suban acá, esperen acá, agarren ahí del auto que dice QEPD Luis Enrique Salas. Malísimo.
Hacen subir el cajón por nuestros queridos por unas escaleras. Lo apoyan sobre una especie de altar. Alguien dice algo así como "despídanse". Nosotros cuatro, encuadrados en el centro de la foto, el resto a los costados, se va acercando al cajon, apoya la palma abierta sobre la madera, se da media vuelta y se va. Si intentaban jugar a la mancha, me parece de mal gusto, obviamente, mi papá iba a perder. Eran muchos contra uno y encima, antes de que tuviesemos la oportunidad de siquiera pensar en reproducir tan absurdo ritual, un gancho aparecio de la base sobre la que estaba apoyado el cajón y, con un sonido agudo de manija falta de aceite, lo fue arrastrando por una puertita, tras la cual un hombre con cara endemoniada, ojos saltones, sucio de traspiración, y una virgen detrás, iluminada por rayos de plástico. Cuando el cajón entró por esa puerta, se inclino, peligrosamente, hacia abajo, y el gancho volvió, con su dulce canto, su pocisión inicial. Segundos después, el hombre del crematorio cerró la puerta y entro otro servicio, otra gente, otro ruido, otro muerto de una mañana de Chacarita.


PD:

condolencia

  1. f. Pésame, expresión con que se hace saber a otro que se comparte su dolor ante la muerte de un ser querido:
    recibió condolencias por el fallecimiento de su hijo.
  2. Participación en el pesar ajeno:
    le expresé mis condolencias por su despido.
Salú,
Lu
que sabe que nadie le va a criticar el humor negro, porque en las condolencias no se contempla criticar lo que se heredo del finado :)