martes, 8 de enero de 2008

Primer día (tercera parte)

Quería tanto a su seño anterior... estaba seguro de que nadie, nadie la había querido como él. Tenía una conexión por los ojos, una conexión única. No quería dejarla y mudarse con otra, ya bastante había sido dejarla en el verano e irse con su mamá, engañarla. él era de esos pocos que nunca había cometido el grave error de decirle a la Seño mamá.
Pero ahora tenía que resignarse a convivir con la nueva, una nueva mujer en su vida. Pensaba en los chicos más grandes, los que hoy tenían su último primer día de clases. Cuando a él le llegara el turno del último primer día, muchas mujeres habrán pasado por su vida.
La fila. Estaban todos en la fila por ser el primer día, a una baldosa de distancia. Estaban todas las seños, las más grandes, las más chicas, los profes, las profes y la directora. Junto a ella estaba parada una chica, una chica flaca de pelo lacio, largo y oscuro, vestida con una pollera rosa que asomaba por debajo del guardapolvo, unos zapatos bajos y lo que parecía ser una remera blanca. Tenía a demás una cara de espanto mal disimulada, la cual pesaba tanto que le permitía sólo mirar al piso.
Esta chica era la nueva seño.
Antes de darse cuenta, ya estaba en el aula. Sentado ahí con su compañero esperaba a la gloriosa seño sin hablar, para poder imaginar su voz.
Llegó al fin, después de diez mil años y en compañía de la directora. Se hicieron presentaciones que no eran necesarias, todos sabían quien era ella y, a juzgar por los cartelitos de la pared, ella sabía quienes eran ellos.
La primera mirada que se desprendió del piso fue directo hacia él. No lo miró como miran las seños, porque a las seños nunca se les llenan los ojos de lágrimas, por lo menos no frente a sus alumnos.
La directora se fue sin que nadie se diera cuenta y todos se quedaron sentados, esperando la próxima movida de la nueva seño. Pero la nueva seño realmente no sabía qué hacer, porque la nueva seño, aunque nadie supiera, estaba ahí sólo por él.
Lo miraba a cada rato, lo miraba entre las tareas, desde el pizarrón, cuando iba a buscar cosas al armario, siempre. Esa si era una conexión de ojos. Pero claro, ella era una adulta y sabía muy bien cómo hacer para que él pensara que lo estaba ignorando, o por lo menos que no le estaba prestando más atención que al resto de los chicos.
No quería pintar, escribir ni cortar, no quería hacer nada si ella lo ignoraba. En eso se cruzó a su antigua, su amada seño y nada. Ella lo saludó feliz de volver a verlo y él la ignoró, tan cruel como suena, quería que todos vivieran lo que él estaba viviendo ahora, quería que todos notaran que había conocido el rencor.

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