martes, 12 de febrero de 2008

Caminata

Necesidad de hablar de la nueva persona que te interesa, necesidad que te sube por la piel, sobre todo por la de los hombros, por los poros que se marcan más en verano, y llega a la cabeza deteniéndose un segundo en el cerebro ante la culpa, la pre culpa por lo que estás a punto de ocacionarle a la persona parada a tu lado, pre culpa que se esfuma en un segundo al desalojar el cerebro y establecerse en la lengua, con sus papilas caliciformes, para luego salir en forma de una berborrea de palabras, muecas, gestos, movimientos de ojos, manos y cabeza que acompañan a un discurso muy variado en palabras, pero en el fondo monocromático, porque si nos pusieramos nosotros también a escuchar y trascribir con signos taquigráficos, para pasarlos en limpio y sacar ideas principales subrayándolas con celeste fluorescente, la conclusión sería que la persona que hae las veces de oyente ha dejado de escuchar y que sus propias conclusiones, acertadas completamente, refieren a las veinticinco primeras palabras que resumen de manera elegante, claro que a modo de introducción, el estado de la situación.

Así, ambos participantes pueden estar felices, uno al poder manifestar su desborde de alegría o total desconsuelo, el otro por poder quedar perféctamente bien mientras repasaba en silencio las conjugaciones de être y avoir, los personajes de hijitus, los personajes de s-club seven y, claro está, lo que dirá cuando le toque su turno de dar el discurso que llega desde las líneas entre las células de la epidermis.

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