viernes, 25 de abril de 2008

Lola (III)

La situación se estaba volviendo un tanto alarmante. Una de dos, o había alguien o algo que la perseguía, o se estaba volviendo loca. Lo más seguro era que ambas. El problema es que nunca había pasado por tal situación, así que no se le ocurría nada mejor que hacer como si fuera una compañera más. No tenía miedo, más bien curiosidad atenuada por un escepticismo admirable.Sacó su trabajo y lo pegó en la pared, cosa que la preocupaba mucho más. Cada día la materia trataba de hacerle creer que esa no era la carrera para ella, pero se negaba a escuchar, aunque iba gritando más y más fuerte.
La hora siguió como siempre, charlas y demás cosas de taller, de vez en cuando detenidas pro el paso de los profesores que podían o no detenerse a mordisquear los proyectos. La puesta en común no sería hasta dentro de media hora más, así que no había más que olvidarse, salir a comprar caramelos o algo.




La vida siguió normal, tampoco es que la presencia invadió cada espacio de su existencia ni nada parecido. Todavía iba a la facultad, comía seguido y bien, caminaba sus buenas cuadras para tomar decenas de colectivos distintos, se le gastaban las pilas y las tenía que cargar de a cuatro, hacía la cola del banco, de todo. La cola del banco era un lugar especial para reflexionar, como el colectivo cuando no hay lugar para sentarse pero si para pararse sin pensar improperios de la persona que te chica con sus codos. Pensar en la cola del banco era como caminar muchas cuadras que se conocen de memoria, un paso cada tanto y cuando se mueve la gente. Un minuto estás en tierra firme y al siguiente te estás moviendo en una plataforma con ruedas. Estabas rindiendo y de repente terminaste la escuela, estabas durmiendo y te despertaste, tenías hambre y ahora el estómago lleno, solía ser nuevo y lo usaste, eran amigos y de repente algo más, todo en un momento estabas sobria, te levantaste y ya no más. Vivías normal, como siempre, como todos los segundos, momentos de tu vida, y tenés un año más. Así solo, en un momento te pica la nariz, dejás de escribir un segundo y tenés 365 días más todos conjugados en un dedo sobre la nariz, sin que el peso te caiga ni de repente ni nunca, un día por vez en práctica, todos juntos en teoría. Para algunos comienza a sentirse antes, para otros tal vez no, a ella en lo personal le molestaba bastante. Qué incómodo es que te tiren encima un año entero si para vos fue eso, cambiar de canal. Qué molesto fingir que sentiste el peso de tu vida avanzar como un movimiento de segundero, tic 1, tic 2, tic 3, tic 32. ¿Cuántos tics son demasiados? Si se te tuerce la boca, se te cierra el ojo y te tiembla la pierna ya son muchos. No, hablando en serio, ¿cuántos son demasiados?*¿Cuándo comienzan a ser muchos? 18 no son muchos, podría decirse que son muy pocos. Es dicen los que tiene más que 18, probablemente el doble o más. Para los chicos, 18 son muchísimos. Para los de 5, 18 significa adulto, opinión formada, ideología aunque no sepan lo que la palabra significa, capacidad de debatir. Moverse solo. Para los de 10, 18 es mucho. Para los de 16, 18 es muchísimo. Para los de 18, 18 es demasiado. El tiempo que te persigue y te obliga a sentar cabeza en esos tres segundos que dedicas a pensarlo en esos 367 días, año bisiesto más el día anterior, o 370 para redondear tomando en cuenta la gente altamente reflexiva. Siempre que se los tiene, a uno le parecen demasiados. Por eso 18 no son 18 años, son 17 más uno, entonces cuando se cumplen 19, son 18 más uno, y los de 18 pasan a ser jóvenes afortunados y no los pobres entes avegentados de hace tres. Se van sumando de a uno, acumulando, hasta que 18 es la mitad, unos pendejos, 18 es un tercio, unos jovencitos con todo por delante, hijos tal vez, 18 es un cuarto, unos mozalvetes, a esa edad ya había formado mi empresa, mi familia y vacacionado en Villa Gesell tres veces. Un quinto, sacamos la calculadora para hacer las cuentas, si se llega hoy, en este momento, naci justo para el fin de la guerra, cuando quintupliquemos nuestra edad va a haber gente que nació en el corralito, cromagnon, el 11 de septiembre, el bicentenario de la independencia, el fin del petróleo, el fin del mundo tal vez, y nosotros quintuplicando con la presidencia de Menen, siganme que no los voy a defraudar, el chubutazo, inflación, inflación, inflación. Esa la vivimos todos. ¿cómo era abuela el tema del campo? No se nena, preguntarme a los 90 y dos días, capaz me interese más. Que piensa, a los 90 ni siquiera va a estar acá, ni en ningún lado, eso es seguro, más aspirando humo como hasta ahora.Tal vez el domingo le comienze a interesar. O tal vez no
90 si son demasiados, pero también están los muy pocos. Casi nadie se siente uno de los "muy pocos". De chico se tiene suficientes, no se piensa en eso. Menos a los 9. A los 9 no se tiene 10, hay un sólo número, pero si lo duplicás da 19. Cuando tenía 9 años escribió en el calendario "Cumplo 9, 9+9=18". Nada más, nueve años que si son muy pocos, pero que en 365 días van a ser suficientes otra vez.
Avanza lento la fila, mientras más lento avanze, más de lo que está pensando ahora se va a perder para siempre. Imaginate que ya escribiendo, entre tecla y tecla, se pierde la mitad. Lo que queda es una representación barata, floreada para que parezca la original, como la madre que se viste como la hija e intenta estar como cuando tenía 18. Reproducción nunca se vende como original. Ojalá existiera una tarjeta de memoria del cerebro, como la computadora, o la cámara. Todo lo que piensa se va grabando ahí, letra por letra, puntos y comas, hasta los signos de pregunta. Después en casa con bluetooth, nada doloroso, se pasa a la compu. Disco extraible (F:), se leen las carpetas, se copia lo que se quiere copiar y el resto si se quiere se borra, o se comprime, da igual, como un pen drive nunca se gastan las pilas y no se pierde nada. Cuantas personas desearían tener la facilidad de pensar en vos alta.
Que delirio la cola del banco.




*
comentario totalmente al margen, que más que sumar hace que uno se pierda del poco relato que venía siguiendo, hasta en el momento de escribirlo: es increíble lo estéticamente horrendos que son los signos de pregunta, todos tan afectados, le dan a la hoja un toque de más que pocas veces resulta tolerable, si se elige muy bien la tipografía o se presta mucha atención al contenido. Deberíamos ser todos como la mujer del Coronel, que preguntaba como si estuviera afirmando, para prescindir totalmente de esos rayones de ideas que obligan a comenzar y encima, descaradamente a terminar una pregunta, como si los cuestionamientos tuvieran no sólo un principio, sino también un fin.


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