miércoles, 12 de septiembre de 2007

Corriente

La verdad que su vida era bastante aburrida. Todos los días ese ir y venir ínfimo tan rutinario que a cualquiera volvería loco, pero a él le encantaba, le daba seguridad y le hacía creer que estaba haciendo algo útil.
No era el único, por supuesto, había muchos haciendo eso mismo, con la misma actitud, las mismas expectativas, el mismo todo, era uno en millones, uno más, sin destacarse para nada.
Un día, el menos pensado, el más común de todos, la conoció. Estaba de pasada, pero no le importó mucho: para él, todos tenían su misma tarea, todos eran iguales, todos eran uno. Se conocieron en el río, un día en que la corriente estaba particularmente débil. Ella descansaba, descansaba tranquila mientras el la miraba en su ir y venir, sin poder decirle nada más que "hola" o "vos no sos de acá ¿no?. Si hubiera sido por iniciativa de él, nunca hubieran empezad una conversación coherente. Ella, tan explosiva, tan impulsiva, fue a hablarle al caer en la cuenta de lo que él pretendía hacer. Y, para que sepan, darse cuenta de lo que él quería hacer, con tanta timidez rutinaria, era todo un logro.
Comenzaron paseando un poco, hablando de la vida, asuntos triviales como las piedras, el pasto, el calor, esas cosas ¿viste? Nada del otro mundo, pero que con una buena sonrisa parecen las conversaciones más profundas del universo.
Ella hablaba tanto que en unos momentos se contaron sus vidas enteras. Claro, ella hablaba rápido y sin pausas, él no tenía absolutamente nada que decir.
Hicieron de todo juntos, se predijeron el futuro, miraron las formas de las nubes, todo, tanto que él ya se había imaginado una vida juntos, un espacio amplio, algunos chiquitos, tardes enteras bajo el Sol y, por ahí en invierno, llegar a tocar el agua congelada. Siempre había deseado tocar el agua congelada, pero en todas las oportunidades le había dado un miedo terrible de congelarse el también, así, como por arte de magia.
Ahora que la había conocido, no tenía miedo a nada. Era tan chispeante, tan llena de vida que lo contagiaba como nunca nadie lo había contagiado. Si llegaban a tener chicos, quería que fueran como ella, intrépidos y temerarios.
Se hicieron mil promesas, mil juramentos, se dieron todo, se contaron todo, vivieron todo.
Pero un día, un día correntoso, el despertó y ella ya no estaba ahí.
-y ¿qué pasó?
-y... yo soy una onda ¿viste? yo no me muevo mucho, siempre vuelvo a mi lugar al final, ya senté cabeza. Pero ella, ella no. Era tan eléctrica, movediza, incesante, nunca paraba de moverse. Ella era fluir de agua. Ahora debe estar por Rawson, o llegando al mar, no se. O tal vez es otra onda, la verdad no se, no se si se puede hacer eso.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estará en Buenos Aires? O quizás en las Termópilas en 305? Esos ojos perdidos que líquidamente ya nunca se verán...
Mientras tanto, tenés una casa que construí con dedicación y afecto. Espero que un día pases, va a ser como si siempre te hubieran estado esperando...

Anónimo dijo...

Por supuesto, me olvidaba!! Cómo pasar si no te doy la llave? Acá tenés: http://bienvenidalucia.blogspot.com/