lunes, 22 de noviembre de 2010

Cronicas de la calle (o mejor, del bondi)

Es bien sabido que soy colgada y que esto me ha traído múltiples accidentes, mutilaciones a mi cuerpo, pecados sociales, etc. Pero jamás, repito, jamás, fue causa de perjuicios por parte de terceros. Hasta hoy, hace un par de horas. Paso a contar:
Iba tranquila, con calma sentada en un 109, charlando con mi madre con alegría por teléfono cuando un muchacho se para junto a mi asiento, cosa normal en el transporte público si no fuera porque había, no tan lejos, un asiento vacío. Yo no me percaté, ya que mi mente volaba en otras rutas. Sólo después, pasado el siniestro, recordé todo esto y no pude pensar más que "qué pelotuda", epíteto que me queda corto. Sigo. Hablaba yo campante, la gente iba tranquila, todo parecía un cuento de hadas en Mercedes Benz con chofer que solemos llamar colectivo. Bueno, ni tan así, pero resulta que el joven, digamos el maleante corporal, estaba tramando algo. Sabemos que mi colgadez me deja expuesta, dedos han sufrido, pies, pelo, frente, rodillas, etc. El joven en esto debe haber observado mi vestimenta, calculado milimetricamente, practicado en su mente los movimientos, no se, la cuestión es que mientras yo respiraba el airecito nocturno, una mano, fugaz como no vi en mi vida, se insertó entre mi remera y mi corpiño, me atrevo a decir que también entre mi corpiño y mi piel, con tal firmeza que ninguno de los artefactos que solemos tener las mujeres para cubrir nuestro cuerpo lo detuvieron. Ni siquiera lo detuvo el tamaño, escaso, de lo que fue a buscar. Certero debió ser el golpe para encontrar en la primera búsqueda.
En cuestión de milisegundos, sobre mis gritos de "infeliiiiiz" y demás exabruptos que no transcribiré, el joven saltó por la puerta de atrás del colectivo y se fue corriendo, el criminal mamario, y yo tras el escándalo, sentí la ridiculez total y me eché a reír. "Fijate si no te robó nada" dijo la gente. No, la cartera que había yo dejado abierta contaba con todos sus elementos en su justo lugar, mi celular en mis manos, el collar que llevaba en mi cuello, cerca de la zona violentada, estaba en su sitio. No fue ese el objetivo, creo, contesté yo, tenia claro su deseo y no se desvió, un soldado de la necesidad. Más tarde reí con madre, que no festejaba que hubiesen toqueteado a su hija, sino el relato (eso espero, por lo menos)
De la para a casa, caminando con la mano presionando el vestido contra el pecho, no vaya a ser.

1 comentario:

botones de la suerte dijo...

buena historia! sería interesante conocer la versión del maleante mamario. Imagino una voz en off relatando sus pensamientos mientras espera el momento ideal para perpetrar el crimen