Mientras escribo esta reseña pienso en Sábato, destruyendo sus obras y en Castel, destruyendo a María.
El túnel es la novela del argentino Ernesto Sábato, nacido en Rojas, provincia de Buenos Aires, en el año 1911. Se recibió de doctor en Física a la temprana edad de 27 años, siendo altamente reconocido en Europa y Estados Unidos. A partir de 1943 su pasión se traslada paulatinamente a la escritura de ficciones y ensayos, y a la pintura, creando obras de carácter más bien sombrío. En sus producciones literarias se destacan Sobre héroes y tumbas (1961), Abaddon el exterminador (1974) y El túnel. Es la última una magnífica novela dividida en 39 oscuros capítulos que narran la historia del pintor Juan Pablo Castel, quien cobra la vida de su amor y más grande obsesión: Maria Iribarne.
Esta fuerte crítica a la incomunicación humana establece lo que parece ser un fuerte vínculo entre el escritor y el narrador. Ambos pintores, Sábato y Castel, son incomprendidos a través de sus pinturas, si bien las críticas entierran a uno en la realidad y dan el cielo al otro en la ficción es notorio el rechazo de ambos hacia los críticos.
A través de su obra Castel conoce inintencionalmente a la joven María Iribarne. Mientras todo el público fija su mirada en las pinturas de una forma superficial, casi frívola, María es la única que se percata del verdadero significado de la obra, solo ella capta la esencia del pintor.
Así comienza el juego de seducción de esta perdida joven y es así también como el solitario pintor ve en ella el complemento de su lóbrega alma, y vuelve a Maria objeto de su adoración. La inconstancia en su relación cada vez exaspera más al impaciente arista, y el hecho de descubrir su comprometido estado civil lo turba gravemente.
“-Hay muchas maneras de amar y querer- respondió cansada-. Te imaginaras que ahora no puedo seguir queriendo a Allende como hace años, cuando nos casamos, de la misma manera-.”
La bigamia de Maria no es el único problema en la relación: también esta el carácter obsesivo del pintor, y cuando la bigamia se vuelve más bien una poligamia él se va volviendo pernicioso para la joven. Sus constantes visitas a la estancia, las corridas a la cama de su primo Hunter vuelven al solitario artista cada vez más desquiciado. María es el mar, él es un túnel. Ella es fluctuante, poderosa, fulminante. Pero también es independiente y solitaria. Muestra en ella rasgos de una larga vida en un joven cuerpo. Es incapaz de amar y esto la atormenta, va de un hombre a otro sin encontrar las satisfacciones del amor, aunque en Castel encuentra algo especial, alguien que comprende su atormentada alma, que puede salvarla. Pero a la vez, él también busca la contención de ella, ambos incomprendidos, bastos y solitarios viven sus cárceles y sus calvarios, buscando vanamente la ayuda del otro, encontrando solamente dolor.
Juan Pablo vive en un túnel, oscuro y sombrío, un hueco en el que a veces pueden verse vagas imágenes del otro lado. Su interlocutora es María, solo con ella las pétreas paredes se vuelven vidrio, pero la curiosidad de ella es limitada, no es capaz de comunicarse más que con el mar y es por eso que la libertad de ambos es imposible. Las chances de María se hunden en sus remordimientos, las de Castel, en obsesiones.
Al contrario de lo que muchos creen al analizar la obra, puedo decir que no hay una luz al fondo del túnel de Castel, solo paredes finas o paredes gruesas, solitarias imágenes de lo que se anhela y no se puede alcanzar. Pero por transparente que sea el vidrio, la luz se ve difusa a través del agua.
Tantos ricos momentos tiene esta obra. Cuando él pinta ese cuadro, esa imagen melancólica, esa muchacha nostálgica frente al mar, y María aparece para verse, tal vez por primera vez, verdaderamente revelada, solitaria, una sola con la inmensidad que la rodea. Las ficticias construcciones de Juan Pablo, momentos en los que pueda reencontrarse con su musa accidental, verla, o tan solo hablarle. Lo encuentros en las plazas de Buenos Aires, las cartas desesperadas de él, las perdidas y trises de ella. Las peleas en el taller, los esposos peculiares, petulantes amantes estancieros, las excusas del campo y los desbordes y excesos de Castel, como el alcohol y la dudosa compañía que lo llevan a trasladar todo el tormento de su alma a la mujer del mar, el océano que poco a poco fue desgastando las rocas de la bahía, algunas muertas, otras resignadas, hasta que una, la mas oscura, la mas intransigente, la mas sombría sale de su cárcel al filo de un cuchillo, solo para encerrarse en un calabozo aun mayor en el que el murmullo de la espuma de mar lo vuelve mas pétreo y atormentado que antes.
“Poniendo una mano izquierda sobre sus cabellos, le respondí:-Tengo que matarte, María. Me has dejado solo.- Entonces, llorando, le clave el cuchillo en el pecho.”
La desesperante novela se Sábato y su dedicado y ajustado uso del lenguaje hace que a través de Castel conozcamos una historia dentro de la otra, un relato enmarcado: por un lado, un hombre que esa en la cárcel, por otro, el mismo hombre y su obsesión que llevan aun al alma mas simple a reflexionar sobre nuestra relación con el entorno, la comunicación que tenemos con este y la realidad en que vivimos. La contemporaneidad con la que esta escrita la obra y lo familiares que pueden parecernos los lugares que describe nos llevan al siguiente, muy inquietante interrogante ¿Será el personaje de ficción el que vive en un túnel o seremos todos túneles aislados, unos con paredes más translúcidas que otros, pero túneles al fin?¿Estaremos juntos o es sólo una convicción, una inútil convicción nuestra?¿No seremos todos Allende, ciegos por no querer ver, convencidos de que ojos que no ven, corazón que no siente, conformados con nuestro rol aunque sea una farsa, una triste mentira de gente cristalizada, solitaria, en busca de un mar que nos de la convicción de que hay una luz al final del túnel pero en verdad, ya quedamos ciegos de no ver y nuestra visión de sombras nos ha consumido?¿Será Castel el del túnel o somos todos, y él es el único pájaro libre, que se liberó de sus paredes, que ya no tiene que engañarse porque sabe que al final del túnel hay solo una cosa: más túnel?
“...en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario, el mío”.
Concurso del centro cultural de Trelew, año 2006, Bajo el pseudónimo de Alejandra Vidal Olmos
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