miércoles, 13 de febrero de 2008

Las Rimas de Bécquer

Romanticismo. Una época sin matices, siempre situada en los extremos, desvariando entre el placer y la agonía sin límites, sin poder encontrar una salida, sin querer encontrar una salida, sin siquiera buscar una salida. Esta es la época en la que vivió Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), autor de las rimas, chico huérfano de padre y madre, hombre pobre, amante rechazado, esposo engañado, hermano de un muerto y aun así, Bécquer, que vivió en la época del suicidio, no se suicidó.
El mundo le aburre con su monotonía sin fin en un verso, en otro ha vivido cien años, otro dice que sufrirá hasta el infinito pero luego nos dice que ni el dolor es para siempre. A veces vivir es sufrir y otras es comer, reventar y roncar hasta más no poder. Inconformidad parece su lema, nada le viene bien. Puede estar buscando el amor eterno en diez rimas seguidas pero luego remata con una undécima, que dice “amémonos hoy mucho, y mañana digamos ¡Adiós!”. Inconformidad parece ser su lema.
A lo largo de las rimas, Bécquer nos lleva de la alegría al llanto sin reparar en lo esquizofrénico que esto resulta. Va de blanco a negro con tal facilidad que uno podría decir “este hombre esta muy, muy enfermo”, y luego leer la claridad de sus versos, la perfecta rima interna, el manejo de los colores, las texturas, las luces, las sombras o los mismos sentimientos, que le dan armonía a algo totalmente descabellado y pensar “este hombre es un genio, y quien le dijera loco, loco está”. Con sus excesos de romanticismo nos convierte a nosotros, no románticos, en personas extremistas, odiadas y amadas, aburridas y atareadas, sufridas y relajadas, locas y estructuradas, llenas de ira pero apaciguadas, jóvenes y avejentadas, muertas y vivas para terminar en un remolino que nos deja sin sentido, perdidos en un montón de palabras y sin saber que pensar o que sentir, porque en su última palabra nos llamó máquinas, mezquinas y falsas.
Y como si fuera poco, a demás del efecto de las palabras están las imágenes, tan bien descriptas que sin hacer ningún esfuerzo se pueden ver. Ves pupilas en todas partes, flores, calles y tumbas que te tragan con su tierra y te escupen en un banco donde suena un beso, para después aparecer en una costa y querer tirarte al mar, mientras los marineros te hablan y te hacen ver que ya lo hiciste todo y que nada tiene comparación con vos, sos un genio, hasta que te das cuenta de que del mundo sos lo peor, no hay nadie más mezquino, más odiado, más lleno de ira, y querés volver al mar. Y te marea, porque dejaste de respirar. Tantas cosas juntas no podés digerir.
Es impresionante como se puede hacer tanto en tan pocas palabras, no cabe en la mente de nadie que en ochenta y siete rimas quieras vivir y morir tantas veces, y que te mueras de asco o que te mueras de amor, porque te describen un muerto con los ojos duros e hinchados pero te cantan al oído secretos que todavía no conocés, para después decirte que por exceso de orgullo, no podía ser.
Cuando estás perdido probás todo para salir, y en todo fracasas, hasta que llegás a comer hasta reventar o reventar por no comer, y a no saber de dónde venimos, ni a donde vamos, ni que vamos a hacer.

2006

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha encantado tu forma de hablar de becquer. Se ve que lo aprecias mucho.

Yo, amante de sus Rimas y Leyendas, nunca lo habría descrito mejor.

Besos