Se levantó por lo menos tres horas antes. Le parecía haber dormido una eternidad, pero la oscuridad le decía que todavía no eran ni las ocho. Hubiera preferido morir a vivir en vela esos últimos minutos, pero no lo sabía aún porque era muy chico y no sabía que no era solo matar, también se podía morir.
Dio vueltas en la cama, pero a cada rato lo invadían sombras del año anterior. Durante 7 años odió su ama, odió sus vueltas, odió todos sus recovecos. La odiaba al acostarse y la seguía odiando al despertarse, pero había días en los que llegar a ella era su única razón de ser. Casi como un domingo.
Se perdió entre imágenes hasta que la luz de día atravezó las persianas, dibujando elipses en la pared. Sabía que debía quedarse esperando, mirando los puntitos que flotaban en los lugares que tocaba la luz, sólo en los que tocaba la luz. Sabía también que si intentaba tocarlos, o hacerlos mover en otra dirección le resultaría imposible, los puntitos estaban pegados a la luz como los pelos a la cabeza. Llegó a pensr que era la luz la que se movía, y los puntitos con ella, pero para ese entonces resolvió, siempre en la cama, que le había dedicado demasiado tiempo a la cuestión.
Apoyó la cabeza en la almohada y la giró hacia un lado. La pared estaba vacía, su mamá no se había levantado aun y deseaba que el tiempo pasara más rápido, pero estaba seguro de que el tiempo, a esas horas, pasaba siempre más lento.
Se aburría y creia escuchar el sonido de la ducha, se aburria de todo lo anterior con su aburrimiento tal vez comparable a la tarea de escribir su aburrido aburrimiento, o aún más, de leerlo.
Durante mucho tiempo estuvo con la mente en blanco, llenando el vacío con el sonido del reloj de la cocina. Estaba casi en transe,escuchó un ruido pero no le hizo caso, eran tan cómodo no pensra en nada una vez.
Escuchó otro ruido, y otro, cada vez más fuerte. Se prendieron las luces, todas de golpe y sin piedad. Era su madre, que venía a despertarlo al fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario